sábado, 1 de febrero de 2014

El voto democrático

Héctor Alonso Moreno Profesor asociado – Universidad del Valle


El derecho a la participación política y a ser considerados sujetos políticos fue un gran triunfo del liberalismo democrático frente al absolutismo monárquico; la burguesía fue, sin duda alguna, la clase de vanguardia de este proceso. Por su parte, las sociedades subalternas o los llamados sectores populares hemos recorrido un gran camino de lucha y sacrificio por hacer nuestro el derecho a la participación, el derecho a ser reconocidos como sujetos políticos y el derecho a tomar parte en las decisiones de la res public.

Es preciso recordar que más que el voto como instrumento de legitimación de la democracia; los sectores democráticos y progresistas lo que reivindicamos es el derecho al debate político, derecho que exigimos como la posibilidad de participar en la discusión de los grandes temas y en este caso temas como: la salida negociada al conflicto político armado y las urgentes reformas políticas y sociales que requiere la nación.

Reivindicar la participación democrática en elecciones, la lucha parlamentaria, la Tribuna Parlamentaria como un escenario más a fin de denunciar el viejo régimen inepto y corrupto de los últimos años en Colombia y también reivindicar el proyecto político de los candidatos demócratas; de izquierda que hoy día expresan en la plaza pública la lucha contra la corrupción y el clientelismo, es lo políticamente correcto.

Sin duda alguna, el voto en blanco es una forma de participación constitucional y legalmente aceptada, pero a mi manera de ver equivocada para el momento político que vive el país. El voto en blanco es, en últimas, una campaña electoral, en nuestro caso, con candidato amorfo y fantasmal que se expresa a través de escritos y voces de importantes intelectuales, académicos; que para el caso de la coyuntura electoral del país en nada contribuye para el futuro de la consolidación del proceso de paz que se discute en La Habana; que es un debate abierto de cara al país y cuyo final se concretará en el próximo Congreso en donde se definirán desde el punto de vista legislativo los acuerdos entre guerrilla y Gobierno.

El voto en blanco es políticamente incorrecto por que es contrario a la esencia de la democracia deliberativa. La democracia es la expresión de la posibilidad adversarial y controversial de discutir tesis y programas, tal como lo han venido haciendo políticamente de manera correcta los insurgentes en el escenario de La Habana y que esperamos que posteriormente lo hagan desde las plazas públicas colombianas.

La democracia requiere de miles de ciudadanas y ciudadanos proponiendo alternativas, construyendo posibilidades, imaginando y recreando novedosas formas para que los mensajes alternativos de Gobierno lleguen a las urnas el día electoral y podamos elegir mediante un voto democrático a los mejores hombres y mujeres de nuestra patria, a fin de lograr profundizar espacios para la construcción de mayor democracia. Se necesitan millones de colombianos que seducidos por el verbo rector de un programa de gobierno alternativo puedan derrotar el domingo 9 de marzo la corrupción y el atraso que representan la continuidad de los últimos gobiernos.

Ahora bien, el voto en blanco en la actual coyuntura electoral de elecciones del Congreso, en caso de ser mayoritario, no tendría consecuencias jurídicas pues el voto en blanco sólo tiene efectos prácticos de nulidad e inhabilitaría para las elecciones de candidatos a alcaldías y gobernaciones, como quiera que estos se eligen por mayoría simple. La elección de congresistas no es por mayoría simple sino por el método del umbral y la cifra repartidora en la cual el voto válido incluye, los votos en blanco que se suman para efectos de determinar las curules que le corresponden en Senado y Cámara a cada partido político.

De tal manera que, una mayoría del voto en blanco no invalida las elecciones a Congreso ni a quienes hoy día están inscritos como candidatos al Senado y a la Cámara de Representantes por la circunscripción nacional y regional. Eventualmente, los únicos perjudicados si serían los grupos o listas de comunidades negras e indígenas quienes se eligen por mayoría simple; como quiera que si por esas listas hubiese mayoría de voto en blanco allí se presentaría el mismo caso de los efectos de ese voto que invalida las elecciones de los alcaldes y gobernadores; se podría eventualmente aplicar el mismo criterio de anular esas elecciones de circunscripción especial de minorías.

El triunfo hipotético del voto en blanco en nada afecta jurídicamente las elecciones a Congreso, pero sí tendría unas consecuencias políticas para los partidos y movimientos políticos. Esas consecuencias poco importan para las redes de poder clientelar bipartidistas.

Tomado del Semanario virtual Caja de Herramientas Edición N° 00385 – Semana del 31 de Enero al 6 de Febrero– 2014

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