Nada más a tono con el sentir de las guerrilleras y guerrilleros que se debaten entre la ansiedad de un amanecer político a las puertas de la legalidad, con su retorno a la civilidad y la disposición inquebrantable de construir paz con justicia social, y el temor y la desconfianza de avanzar inermes hacia los riesgos y las amenazas de una lucha que no ofrece las suficientes garantías y certezas de no volver a ser blanco fácil de la guerra sucia y de los amos de la guerra y del poder.
Por eso este es un día especialmente agridulce, de sentimientos encontrados y paradojas inevitables cuando nos aprestamos a celebrar el cincuenta y tres aniversario del inicio de esta epopeya de heroísmo y resistencia, del inicio de una decisión férrea por avanzar hacia la toma del poder para el pueblo, para la construcción de una Nueva Colombia; a la vez que somos testigos de cómo en los mismos límites de las zonas campamentarias donde estamos en proceso de transito de Ejército a Partido, se expande el paramilitarismo, se asesina y desplaza a los dirigentes populares, crece la violencia de la delincuencia común, el gobierno reprime violentamente la justa y legitima protesta y movilización social, la Corte resta garantías y seguridad jurídica a nuestro proceso de reincorporación y el Congreso desarticula el Acuerdo de Paz con criterio contrainsurgente.
Sin embargo las FARC-EP somos una organización de gente firme, fuerte, inclaudicable tanto en la guerra como en la paz; no fueron menores los riesgos y las amenazas que decidimos enfrentar cuando dimos el paso desde la civilidad del movimiento agrario a la lucha armada revolucionaria, pese a lo cual hicimos todos los aprendizajes que fueron necesarios hasta llegar a constituir el dique que contuvo una opresión, que sin enfrentar la lucha insurgente, habría sido más despiadada.
Así que los riesgos y las amenazas del nuevo tránsito y la construcción de la paz no nos amilanan, aún con el alud de incertidumbres que nos ponen a temblar de rabia y nerviosismo con sólo pensar en dejar el fusil. Si bien es comprensible que un ser humano se sienta más seguro cuando tiene entre su puño la garantía de vivir y morir luchando, de combatir al enemigo acechante, de cobrar con valentía el triunfo en el ejercicio de la propia fuerza.
UN DIFICIL ADIOS A LAS ARMAS CUANDO EL PUÑO SE ABRE SIN RENDIRSE PARA SOLTAR EL FUSIL QUE HABRÍA DE SER GARANTE...
Aun así, siempre supimos que nuestras mayores armas son los principios ideológicos, filosóficos, éticos, políticos y morales; nuestra convicción revolucionaria, nuestra disciplina orgánica, nuestra decisión de lucha, nuestra lealtad con los intereses de clase de las mujeres y los hombres de nuestro pueblo, nuestra capacidad de acción y ser nervio y carne de los campesinos y obreros, de los humildes y desposeídos, del Indio y del negro, de la ama de casa y el estudiante, de los explotados y trabajadores de los campos y ciudades.
Esas armas no se entregan, no cesan su praxis combativa, no disminuyen su beligerancia, no se dejan, ni detienen su insurgir; esas son las armas que más teme la oligarquía que hoy enardecida se opone a que festejemos nuestro aniversario en las zonas y puntos transitorios de normalización. Que se indigna porque abrir los puños para dejar las armas no será para nosotros un rito de sometimiento y de humillación, de derrota y rendición, de callada aceptación de sus designios. Que no soporta que lleguemos a la vida pública con la moral en alto, altivos, orgullosos, dignos, rebeldes, insumisos, radicales, convencidos de la victoria a la que asistiremos tarde o temprano junto a las masas populares.
Por eso ahora que ya el sol de la mañana alumbra con más fuerza un poco más alto en el cielo, las guerrilleras y guerrilleros se muestran alegres y sonrientes preparando los escenarios, ultimando detalles de los eventos político-culturales; recibiendo con bellas y amplias sonrisas a las y los invitados que ya llegan por millares a festejar el fin de la guerra y la llegada irrefrenable de la paz.
Porque es con este torrente popular que nos disponemos a avanzar en muchedumbre, con la misma firmeza con que avanzaron triunfantes los contingentes del Ejército del Pueblo sobre sus objetivos, en el campo de batalla; pero esta vez sobre las nuevas conquistas de un pueblo que no está dispuesto a dejar que le arrebaten la posibilidad de construir la paz con justicia social.
Haremos los aprendizajes que sean necesarios, enfrentaremos los riesgos que sean necesarios, haremos los sacrificios que sean del caso, nos tomaremos el tiempo que se requiera para ello, pero no esperen de nosotros más que actos revolucionarios.
Juramos vencer y venceremos.
Somos FARC Ejército del Pueblo!!!!
Colectivo de presos políticos, Columna Domingo Biohó, Patio 4 Cárcel La Picota.