Para dar gusto a esta minoría de bogotanos, el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, ha dispuesto de centenares de policías con el propósito de custodiar la Plaza de toros y así evitar nuevas protestas en contra de las corridas. Como resultado los uniformados bloquean las vías, causando caos total en la movilidad de esta zona de la ciudad, punto neurálgico, pues es allí donde se conectan los buses de Transmilenio que transitan por la décima, los de la Avenida 26, y los buses complementarios que van por la séptima.
En artículo publicado el 12 de febrero en la página web Las 2 orillas, Paulo Andrés Sánchez Gil expresa que la administración anterior, por política, había suspendido las corridas de toros desconociendo sus derechos a participar en estos eventos “culturales”. Y mientras califica la postura de los defensores de la vida animal, como una obra de teatro, donde se les pretende satanizar, con artimañas, por ser amantes de esta actividad; al tiempo que califica de 'libreteados' los eventos antitaurinos y asegura que buscan agredir a los aficionados y desdibujar la imagen del ESMAD.
Su opinión es la muestra del sentimiento
de, parafraseando a Álvaro Castaño Castillo, una ‘inmensa minoría’. Hoy los
amantes del toreo están pletóricos de regocijo por volver a la Plaza, aunque
según ellos, con temor, a disfrutar del sufrimiento animal y la orgía de
sangre.
Para él, los
miles de perjudicados son lo de menos si se trata de atender la urgente
necesidad de disfrutar de la orgiástica actividad cultural de una minoría.
Definitivamente queda demostrado que
Enrique Peñalosa no quiere a los bogotanos de a pie, así sean mayorías en la
ciudad. Esa forma despreciativa de ejercer una odiosa discriminación social no
solo se ve reflejada en la actividad taurina, también se percibe en la forma
como ha manejado el proyecto del metro para Bogotá.
Bien es sabido lo nefasto que resulta
para la paisajística, la tranquilidad ciudadana, la inseguridad y la
valorización de los predios la construcción de un metro elevado. Esto ya ha
sido plenamente establecido en otros países y ciudades donde se han construido.
Sin embargo, el alcalde pretende dotar a los habitantes del sur de la ciudad de
un metro elevado y a los del norte de uno subterráneo. Si es cierto que el
metro elevado es más económico, por qué no se construye de esta forma en toda
la ciudad, si su objetivo es ahorrar dinero.
Hasta cuando tendremos los capitalinos
que soportar este tipo de discriminación espacial, en el cual los sectores
populares son cada vez más afectados por esta clase de gobernantes.
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