viernes, 7 de agosto de 2015

‘Skate’ para unir mundos

A bordo de una patineta, estudiantes oyentes y no oyentes de este colegio público de Bogotá se unen. Conozca la historia de la única escuela del Distrito que impulsa la inclusión y la convivencia sobre una tabla de madera y unas llantas de goma. Esta es la Jornada Completa de Bogotá.

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Laura no escucha el rugir de las ruedas cuando azotan el asfalto a toda velocidad. No lo escucha, pero las vibraciones le son suficientes. Andrés Rincón, en cambio, sí percibe el sonido del viento cuando su cuerpo rompe el aire a bordo de su patineta, el ruido de la ruta, las piruetas, los gritos de aliento, los aplausos.
Algo es común entre estos estudiantes: las endorfinas les colman el sistema nervioso, les llenan la vida de una pasión irremediable. Ambos hacen parte de una escuela que une los mundos de estudiantes oyentes y no oyentes con una sola fórmula secreta: patinetas profesionales. La única escuela de skateboarding de Bogotá que, además de llenarles la vida de adrenalina a estos jóvenes, trabaja para que la educación incluyente sea una realidad.
Todos los jueves a la 1:30 de la tarde, Laura Aponte, estudiante con discapacidad auditiva y Andrés Rincón, estudiante oyente, comparten una clase inigualable. Los nervios se apoderan de su cuerpo, les sudan las manos, les hierve la sangre. Saben que ya es hora de ‘montar tabla’, como se le dice a esta disciplina deportiva en español, que consiste en deslizarse sobre una patineta o tabla y hacer variedad de trucos.
Aquí no hay límites. Podemos atrevernos a soñar, ser los mejores y convivir sanamente con los demás. Nuestro único lenguaje es el deporte que, además de unirnos, nos demuestra que todas y todos tenemos los mismos talentos y aptitudes” dice la joven en lengua de señas.
Desde este año, en el colegio Jorge Eliécer Gaitán de la localidad de Barrios Unidos, 10 estudiantes oyentes y no oyentes, entre los 16 y los 19 años comparten ese lenguaje universal: el deporte.
Se trata de la primera y única escuela de skates del Distrito que tiene como objetivo crear y fortalecer los lazos de amistad entre niñas, niños y jóvenes, a través del deporte, sin tener en cuenta su color, estrato y mucho menos su condición.
Esta escuela es una de las más de 2 mil Iniciativas Ciudadanas de Transformación de Realidades (Incitar), con las que la educación pública de Bogotá está gestando grandes revoluciones en las escuelas, los barrios y las comunidades. En este caso, a través de la inclusión, la convivencia y la unión entre todos los miembros del colegio.
“Aunque este es un proceso largo, hemos logrado que entre los estudiantes, ninguno se sienta diferente. Queremos que se acepten y se respeten, que sean abiertos a la diversidad y la sana convivencia. En esta escuela no importa ninguna condición o limitación. Todos tenemos los mismos talentos”, asegura William Navarrete, gestor de apoyo de este proyecto Incitar, quien  afirma que por medio de deporte se agudiza la observación y se fortalecen las habilidades motoras.
No todos los estudiantes oyentes saben lengua de señas. Pero eso no ha sido ningún impedimento, pues con solo mirarse a los ojos, ya se entienden. Además, en este deporte todo es una competencia, y aquí el que sabe no es que el mas habla, sino el que maneja mejor la patineta” afirma Navarrete, quien agrega que en las prácticas no tienen la presencia de un intérprete, ya que el objetivo es que los muchachos se entiendan a través del deporte. 
Antes de que existiera esta iniciativa, los estudiantes oyentes y los estudiantes en condición de discapacidad auditivano tenían comunicación ni contacto continuo. Creían que no podían entenderse de ninguna manera. Pero ahora la historia es diferente, pues surgió esta nueva realidad que los une más que nunca.
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Una clase sobre ruedas
Antes de tomar sus tablas, Laura y Andrés comienzan sus ejercicios de calentamiento. Guiados por William estiran cada músculo de su cuerpo. “¡Venimos con toda la actitud, muchachos!” les dice el entrenador, mientras les explica paso a paso el pre- entrenamiento. 
Luego de 15 minutos, algo agitados, los estudiantes toman sus patinetas y empiezan a rodar. “Practico este deporte con el ánimo de transportarme de manera diferente en esta ciudad llena de trancones. Además, y lo más importante, es que soy libre y siento la velocidad, la fuerza, el sudor, la adrenalina y el esfuerzo. Este deporte es muy completo” dice Andrés enérgicamente, mientras se desliza rápidamente en su patineta. 
Luego de 30 minutos de estilo libre, Laura, Andrés y sus demás compañeros, empiezan a observarse y a indicar que es la hora de comenzar las competencias. Cada uno de los miembros debe mostrar el truco que más sabe hacer.
“Esto es algo que requiere de mucha valentía, pues me da bastante miedo caer al piso o tropezar. Esta experiencia ha sido genial, porque nadie me juzga por aprender un deporte, que la mayoría de la gente cree que es masculino” afirma Laura, mientras hace un pequeño salto con su patineta y agrega “a veces me queda grande hacer algunas cosas, pero sigo intentándolo”.
Llega uno de los momentos más esperados: los estudiantes se organizan en círculo y empieza la acción. Laura demuestra su capacidad para moverse ágilmente por el circuito rodando en círculos y Andrés realiza el ‘ollie’, un truco que consiste en saltar con la tabla y estando en el aire se flexionan las rodillas a una altura mayor, sin utilizar las manos.
Luego de cada truco ningún estudiante deja de observarse, pues es su forma de comunicarse. No hace falta hablar, con una mirada y un gesto, los estudiantes dan a entender si estuvo bien o mal el movimiento realizado. Además, aplauden o estrechan sus manos como símbolo de habilidad y talento con la patineta.  
“Esta experiencia es increíble porque todos coincidimos con el mismo gusto. Aunque algunos de nuestros compañeros no pueden oírnos, sabemos que entienden la dinámica y podemos aprender de ellos sin necesidad de que nos hablen o nos escuchen” dice Andrés, quien además agrega que en el ‘skate’, como en la vida cotidiana, lo que más importa es rodar mientras se saltan obstáculos.
Aprendemos que aunque hay impedimentos en la vida todos se pueden sobrepasar. Además, que nunca hay que juzgar a nadie o tratarlo mal, pues es importante ser tolerante, afectuoso y vivir bien con los demás”, afirma el estudiante.
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Rodar, compartir y convivir
Después de una hora de competencia, los estudiantes se toman unos minutos para aprender el uno del otro. Laura y Andrés se acercan para compartir sus conocimientos en esta disciplina deportiva. En ese momento, se toman de los brazos y se observan para ver cual hace un salto más alto o cual puede deslizarse sobre el pavimento más rápido. La idea es pulir cada uno de los movimientos.
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Aunque ha sido difícil aprender y practicar el deporte, cada uno sabe lo que hace bien. En este momento tengo que fortalecer más mis piernas para hacer saltos altos o lograr trucos de gran dificultad” dice ella, quien considera a sus compañeros ángeles guardines que la cuidan, la respetan y la valoran. “La verdad es que son muy importantes para mí, pues hay un lazo que nos une hasta el final de nuestras vidas”, dice finalmente con un suspiro.
“Lo mejor de practicar este deporte, es que además de ser bueno para nuestra salud, estamos en contacto con personas con la que pensábamos sería muy difícil relacionarnos y tenemos algo productivo para hacer en nuestro tiempo libre en compañía de grandes amigos”, concluye Andrés.
 Elaboró: Catalina Zuluaga

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