Abogado y columnista de Santa Marta – macondoelmundo@yahoo.es / @alvarogonzalezu
Siguiendo la vieja costumbre de utilizar expresiones comunes para referirnos a nuevos fenómenos o al incremento de su ocurrencia, en Colombia hay tres palabras que últimamente se están usando más que en su acepción original. Supongo que como ha sucedido con otros términos, a fuerza de uso algunas terminarán siendo aceptadas con su nuevo significado por la Real Academia Española: paseo, olla y carrusel.
Paseo:
Cuando era pequeño -y aún hoy, pese a que el término ha perdido uso- la palabra “paseo” era una de mis más grandes alegrías, ya fuera paseo de olla y pelota de números o simplemente de fiambre que llamábamos. Era maravilloso salir a campos y quebradas de mi natal Antioquia y pasar un día en una manga jugando pelota, bañándose, subiéndose a los árboles o corriendo. Días felices. ¡Paseo, paseo, paseo!, gritábamos alborozados la noche anterior ante el anuncio de mi padre.
Pero entra la dura vida moderna en su faceta criminal a robarse mi simple y candoroso lenguaje infantil, esta vez apropiándose de mi “paseo” para ensuciarlo en cierto tono de humor negro con el paseo millonario y con el paseo de la muerte. Expresiones ambas referidas a acciones escabrosas. Incluso, en una jugarreta cruel mi alegre paseo verde de niño se unía a “olla”, la otra palabra de la cual hablaré y que últimamente se está usando más en otra acepción.
Olla:
Olla aún me recuerda el olor paisa a frisoles, sancocho, sudao y dulce de moras, ¡aaah! Pero no, hoy se usa también y hasta más para referirse a esos sitios de las ciudades en donde se esconde y gesta el microtráfico de drogas y armas: ollas de vicio, ¡en eso quedó la buenaza de la olla de mi paseo y de la cocina de mi abuelita! Claro que la nueva acepción perversa de olla es más vieja que carrusel y paseo. Se ha hablado siempre de “destapar la olla podrida” para descubrir un cúmulo de acciones delictivas o de cuatro en conducta, equiparable a prender el ventilador, expresión está más nueva.
Carrusel:
Cuando llegaba “la ciudad de hierro” montar en carrusel era uno de mis placeres, en especial cuando aún no tenía la edad para subirme en las demás atracciones mecánicas como la rueda de Chicago, la montaña rusa o los carritos chocones. Después supe que también le dicen tiovivo y calesita a esa gran plataforma redonda que da vueltas y vueltas con hermosos caballitos de colores en los que me subía.
Hoy ya son otros los carruseles: el carrusel de la contratación y el carrusel de pensiones. Ha sido triste ver cómo mi viejo carrusel infantil mutó a semejante práctica nefasta. Imagino que haber robado dicha expresión de la atracción mecánica se deba a que estos dos hechos ignominiosos sugieren las vueltas que daba mi carrusel de caballitos, aunque en este caso se trata de varios jinetes que dan la vuelta y le dejan el caballo a otros para que también la gocen con el mismo boleto de los primeros y así sucesivamente con otros cuatreros.
¡Cómo cambia la vida! Hoy abro los periódicos o veo y oigo los noticieros y aparecen paseos por doquier no propiamente con el objeto de bañarse en una quebrada o jugar en una manga sino paseos en los que atracan a incautos ciudadanos o matan a un enfermo que llevan de clínica en clínica esperando a que lo atiendan; también brotan ollas que el Presidente ordena acabar en un mes para extirpar semejantes guaridas de criminales que a la vista de muchos incluyendo autoridades han anidado por largos años en varias ciudades; y por último, surgen carruseles por todas partes, solo que no para “cabalgar” sino para estafar.
Los nuevos hechos del mundo, en especial los pérfidos, me han corrompido mi alegre y prístino idioma. En fin, los dejo porque insisto en mi ingenuidad infantil (y hasta adulta) y me voy ya a montar en carrusel para mañana poder madrugar a un paseo de olla con sancocho trifásico. Están invitados si van con buenas intenciones.
| Caja de Herramientas Edición N° 00359 – Semana del 12 al 18 de Julio de 2013 | ||||||||||||
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