sábado, 12 de marzo de 2016

Admiro a quienes trabajan por la paz



Alonso Ojeda Awad
Ex embajador de Colombia en Europa


Hay que reconocer el sistemático esfuerzo que realizan hombres y mujeres por lograr la terminación de la violencia y de la lucha armada, para ayudar a conducir a nuestra sociedad a los espacios de la razón política, con el peso de las ideas, la organización y la movilización que hagan posible el surgimiento de una nueva sociedad más justa, equitativa e incluyente, donde los altos niveles de pobreza sean definitivamente superados por un nuevo modelo económico, político y social a la altura de países con alta responsabilidad social, como los que se ubican en la zona geográfica del Báltico.

Es hora de decirlo con fe y con seguridad pensando en un futuro mejor para nuestra nación: debemos profundo agradecimiento a quienes se echaron sobre sus hombres la dura tarea de facilitar caminos que alejen por siempre a nuestra nación de la violencia política. Es hora ya, que las generaciones de niños y niñas colombianas vivan en un ambiente diferente de la guerra y la muerte que marcó a nuestras generaciones.

En esta hora, en que se recrudecen los ataques bajos y esquizofrénicos de los enemigos de la Paz y de la reconciliación de la familia colombiana, nosotros debemos levantar nuestra voz y aumentar nuestros esfuerzos para que lleguemos más pronto de lo esperado, al ansiado momento en que el Estado colombiano que representa el Presidente Santos y la dirigencia de las Farc representadas en su máximo dirigente, Timoleon Jiménez “Timochenko”, puedan firmar los Acuerdos de Paz, poniendo fin a la guerra política y larvada que tanto dolor y muerte trajo a nuestra sociedad.

Y cuando digo que admiro a quienes trabajan por la Paz, muchos nombres llegan a mi memoria. Sobresale la figura serena y comprometida de Horacio Serpa, quien desde su tierra santandereana siempre ha sostenido en sus manos la bandera de la Paz. Recuerdo que juntos estuvimos en los años de 1982 en la famosa Casa Verde, situada en los nacederos de los ríos Duda y Guayabero, cuando comenzaban los aires de Paz con el Presidente Belisario Betancur. Fue el espacio donde encontramos a un viejo amigo y compañero de la Universidad Nacional, el antropólogo Guillermo León Sáenz, posteriormente conocido como Alfonso Cano comandante de las Farc, quien nos recibió y nos presentó a los dirigentes farianos Jacobo Arenas y Manuel Marulanda Vélez “Tirofijo”.

Horacio Serpa ha sido un ángel tutelar de la Paz. Muchos de los hoy amnistiados guerrilleros le deben su vida y su presencia en la vida política colombiana. En las reuniones de Paz de Caracas y Tlaxcala (Méjico), agotó su repertorio de análisis político diciéndole a las guerrillas que era el momento crucial para dar un salto a la institucionalidad y ganar caminos democráticos rápidos, construyendo nuevos movimientos políticos y sociales que les permitiera llegar a los centros vitales del poder. Hoy, muchos guerrilleros reconocen esos esfuerzos y expresan: “otro gallo cantaría” si se hubiesen atendido al clamor de Paz que les presentó en esa ocasión el Alto Comisionado de Paz, Horacio Serpa.

Me impacta la figura joven y decidida del Ministro del Interior Juan Fernando Cristo, quien no ha ahorrado esfuerzo ni sacrificio para explicar las bondades del proceso de Paz. Ha tenido la nobleza de alma y de corazón al tender la mano generosa, convidando a la Paz a quienes alevosamente les arrebataron la vida de su padre. La serenidad en la conducción de los complejos debates en el Congreso de la República, que buscan la aprobación de las leyes para reglamentar los posacuerdos, es ejemplo de un comportamiento político a la altura de las exigencias históricas que plantea la sociedad colombiana.

Así mismo, admiro la ponderación y el compromiso que expresan todos los días en sus múltiples esfuerzos por la Paz que realiza el destacado grupo de negociadores de las Farc en La Habana, con Iván Márquez a la cabeza. Se les ve constantemente buscando nuevos caminos, con renovados raciocinios que les permitan articular de la manera más dialéctica y posible un real Acuerdo de Paz con el largo ideario de sus sueños y esperanzas.

Y al lúcido y académico equipo de Paz del Presidente Santos, capitaneado magistralmente por Humberto de la Calle, que ha buscado insistentemente las mejores salidas jurídicas y políticas, para que el proceso pueda terminar en un buen puerto, como esperamos y aspiramos la inmensa mayoría de mujeres y hombres que ansiamos la Paz y la Justicia social para nuestra nación.

Es imperativo para mí, hacer una referencia fraterna a verdaderos luchadores de la Paz: al Senador Iván Cepeda Castro, al sacerdote Francisco de Roux s.j., al periodista Carlos Lozano Guillen, prohombres que se caracterizan por una constante profundidad y pulcritud en su hablar, hacer y proponer la paz. Del mismo modo, debo destacar organizaciones sociales que desde mi mirada están comprometidas con las necesidades sociales y desde allí, ven la urgencia de la Paz para concretar su misión de Justicia social, organizaciones como: el CINEP, el Comité Permanente de Defensa de los DD.HH. CPDH., la Alianza de organizaciones de DD.HH., la Corporación Viva la Ciudadanía, las Universidades como la Nacional de Colombia y así como ellos y ellas, otros que nos hacen crecer todos los días la esperanza real de la Paz.

Guardamos agradecimiento eterno a los que han sabido conducir las complejas y duras discusiones para llegar a la firma definitiva de los Acuerdos de Paz. Es el paso indispensable para que se de inicio al proceso de finalización de la inquina y el odio que se han anidado por años entre colombianos, y salga para siempre de todos los corazones.

Indiscutiblemente, vendrán nuevos conflictos, renovadas tensiones y enfrentamientos, pero en ese momento, sabremos que nunca más vamos a tratar nuestras discrepancias con la violencia y mucho menos con la guerra y la lucha armada. La sociedad colombiana habrá salido de las “épocas de las cavernas” donde las contradicciones se resolvían con el enfrentamiento armado, habremos ganado los espacios de la razón, de la comunicación no violenta, donde las discrepancias se abordan y gestionen a través del análisis, los métodos democráticos y la persuasión serena y sistemática de los raciocinios sociales, en un hábitat de profundo respeto y consideración por los adversarios.
Tomao de:Edición 486 – Semana del 11 al 17 de Marzo de 2016 Viva la Ciudadanía

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