lunes, 26 de diciembre de 2011

Yo si olvido el año viejo


Por Antonio Sanguino

Yo si olvido el año viejo, porque nos dejó cosas muy malas. Nos dejó millones de damnificados por cuenta de dos olas invernales. Por culpa de “la maldita Niña” dijo el presidente Santos. Yo diría “los malditos niños y niñas” funcionarios públicos que tenían bajo su responsabilidad anticiparse a las emergencias y desastres. Y los malditos que convirtieron los recursos de Colombia Humanitaria en fuente de politiquería y clientelismo. Y quisiera olvidar un año que también nos dejó un sistema ambiental colapsado, unas corporaciones autónomas regionales incapaces y una locomotora minera que amenaza con arrasar las otras “locomotoras de la prosperidad”.

Y quisiera olvidar del año viejo la captura mafiosa de los recursos públicos por parte de complejos y sofisticados “carteles de la contratación”, que en Bogotá nos dejó un Alcalde y un Contralor destituidos, detenidos y procesados. Y nos dejó una ciudad, nuestra Capital, paralizada y extraviada por cuenta de esa corrupción y el desgobierno. Aún no salimos de la sorpresa al descubrir hasta donde llegaron los tentáculos de la corrupción. Los escándalos en la Dirección Nacional de Estupefacientes o en el Programa de Agro Ingreso Seguro así nos lo recordaron. Y la doble calzada Bogotá-Girardot está allí como otro de los monumentos a la corrupción y el desgreño.

Y también quisiera olvidar que heredamos unas bandas emergentes de una desmovilización mal hecha con las organizaciones paramilitares. Bandas que se convirtieron, a juicio del propio Gobierno Nacional, en el principal desafió de seguridad del país. Bandas que mostraron una y otra vez su rostro macabro. Apenas comenzando el año lo confirmaron asesinando en un paraje del departamento de Córdoba a Mateo Matamala y Margarita Gómez los jóvenes  estudiantes de la Universidad de los Andes. Y olvidar también otro asesinato, esta vez a manos de un agente de la Policía Metropolitana de Bogotá, de  Diego Felipe Becerra, el joven grafitero que cometió el “delito” de desplegar su imaginación en una pared del norte de la ciudad.

Como para no olvidar, en este 2011 la ONU nos recordó que ocupamos el deshonroso tercer lugar entre los países más desiguales del mundo y el primero en América Latina. Y Planeación Nacional nos recordó que 20 millones de colombianos, el 45%, sobrevive en condiciones de pobreza; que el 10% de los colombianos más ricos se queda con el 50% del PIB, mientras el 10% más pobre solo recibe el 0.6%. Y que el ingreso promedio de un ciudadano del Chocó es la sexta parte del ingreso de un ciudadano de Bogotá. Con razón se dice que en Colombia los ricos viven como los ricos londinenses y los pobres no viven como los pobres de Londres, sino como los pobres africanos.

Me dirán que hay cosas buenas de este año que merecen recordarse. Y tienen razón. La esperanzadora irrupción de una ciudadanía global que se niega a renunciar a luchar por el goce de los derechos no podrá ser olvidada. Estará presente en los tiempos que vienen.  Aún así, yo quisiera olvidar el año viejo y todas las cosas malas que nos dejó.

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