sábado, 31 de mayo de 2014

Las dinámicas políticas en la segunda vuelta

Héctor Alonso Moreno Parra
Profesor asociado Universidad del Valle



Los partidos políticos tradicionales en Colombia, han tenido a lo largo de su historia una dinámica fraccional en la cual los llamados jefes naturales con un gran liderazgo nacional han estimulado las controversias políticas alrededor de las elecciones regionales y presidenciales en función de sus intereses particulares. Los elementos programáticos e ideológicos que caracterizan las identidades partidarias han sido relegadas por estos jefes naturales a simples consideraciones agitacionales en épocas de campañas electorales, como quiera que la esencia de sus activismos políticos, siempre han sido la de estimular las redes clientelares y la política transaccional en busca de sus mejores dividendos político-electorales.

Esta dinámica fraccional es la que les ha permitido a las elites conformar de manera transitoria ciertas redes de poder electoral afines a sus interés y lo que los ha estimulado a conformar partidos de armadura, producto no de su vocación política partidaria, ideológica y programática, sino de la necesidad del reacomodo de sus liderazgos nacionales con el propósito de cooptar el Estado para su propio provecho.

Así, en la vida política nacional, en particular en los años posteriores a la Constitución de 1991, se ha visto como en el escenario político han surgido partidos estimulados por esos grandes jefes nacionales con vocación presidencialista, herederos de la vieja configuración política nacional y regional del bipartidismo de los “ismos”. Movimientos y Partidos como el Partido de la Unidad Nacional, Cambio Radical, Primero Colombia, Centro Democrático, etc.; son apenas unas siglas de esa dinámica fraccional no ideológica ni programática en que han convertido algunos líderes nacionales del viejo bipartidismo Liberal- Conservador las estructuras partidarias del siglo XXI.

Para esos líderes nacionales lo que está en juego, hoy día, es el mantenimiento de sus redes de poder clientelar y sus reacomodos políticos en las nuevas dinámicas del mercado y la política, marcados por la globalización y el neoliberalismo. En tal sentido, mantener una situación de violencia y de conflicto político armado en la periferia del poder político, hoy como ayer, les resulta demasiado funcional para sus propósitos e interés de clase.

De tal manera, que ni el bipartidismo de ayer, ni las facciones partidarias de los movimientos y partidos de armadura de hoy, han sido históricamente los abanderados de la paz con justicia social. Ellos, hoy como ayer, tienen una gran responsabilidad histórica por los años de dolor y sufrimiento en que ha vivido parte de la población colombiana en los últimos sesenta años.

Pero, algo nuevo surge en el bosque en esta coyuntura electoral de la segunda vuelta presidencial, algo que la espesura de los arboles pareciera no dejar ver muy claramente y es el hecho que en Colombia también ha existido históricamente otra dinámica; ya no la fraccional de las elites políticas, sino, una moderna, integradora y democrática a favor de la construcción de una paz con justicia social, dinámica que ha venido ganado espacio de manera escalonada desde la propia Constitución de 1991. Los procesos anteriores de paz y las conversaciones con los gobiernos posteriores a la Constitución de 1991, incluido los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez, con sus pactos con sectores del paramilitarismo y el narcotráfico, han ido fortaleciendo y estructurando esta nueva dinámica integradora democrática a favor de la paz y la solución negociada del conflicto político armado. Esa es la dinámica que marca el carácter de la época, es la que expresa la vocación de paz con justicia social de millones de colombianos que no han conocido un día de tranquilidad y paz en los últimos sesenta años.

Esas son entonces las dos dinámicas que se confrontan y están en juego en esta coyuntura electoral de la segunda vuelta presidencial. Definir la tendencia de estas dos dinámicas políticas en la presente coyuntura, dependerá de la gran capacidad que tengamos los colombianos de estimular la dinámica integradora en favor de la paz que tiene en la agenda de La Habana su programa de gobierno a través de unos puntos temáticos ya acordados, y que contiene acuerdos fundamentales definidos alrededor de la política de tierras, participación política y narcotráfico.

Estos temas, aún sin resolver, son parte de lo que ha constituido el alma o la esencia de los diferentes periodos de las violencias en los últimos sesenta años. Es importante recordar que la violencia de las épocas de Gaitán tenía, entre otras causas, en el problema de la distribución, uso y explotación de la tierra un gran combustible. De igual manera, la violencia que antecedió al pacto del frente nacional fue estimulada, en gran parte, por el tema de la ausencia de participación política y la falta de garantías políticas y ciudadanas e igualmente el tema del narcotráfico contribuyó en los años ochenta del siglo pasado a juntar en una sola las diferentes dinámicas de todas las violencias.

Son los diversos orígenes que expresan los temas de las violencias los que hoy día están siendo examinados programáticamente por delegados del gobierno y la insurgencia armada con miras a su posible superación por medio del diálogo civilizado con la vigilancia y acompañamiento, por supuesto, en gran parte de la Comunidad Internacional Latinoamericana, la Comunidad Europea y los propios Estados Unidos.

Ahora bien, la agenda que hoy discute el gobierno del presidente Santos con parte de la insurgencia armada, no es otra cosa, que la agenda irresuelta por parte de las élites a lo largo de los tres periodos de violencia anteriormente descritos. Esa agenda acordada, recoge la esencia de lo que ha sido parte del combustible que ha estimulado y alimentado el conflicto político armado en el país. Esos temas de la agenda de La Habana, que ha avanzado en más del 60%, es la propuesta para la solución de gran parte del histórico conflicto político armado en Colombia.

De ahí, que la coyuntura electoral de la segunda vuelta presidencial que se avecina no nos debe poner en una gran disyuntiva de lo que debemos defender en las calles y en las urnas el próximo domingo 15 de junio. O le permitimos continuar a sectores de los jefes naturales de los partidos de armadura el juego de su política histórica de la dinámica fraccional para cooptar el Estado con su teoría fascista del Estado comunitario a favor de sus intereses; o avanzamos con el pueblo colombiano, con los campesinos, los obreros, los estudiantes, las mujeres, los afrodescendientes, los indígenas, la comunidad Gay, los intelectuales y la izquierda democrática, junto a sectores democráticos y progresistas de todos los partidos y movimientos políticos, hacia la dinámica democrática integradora de la paz que es el mejor camino que nos permite continuar construyendo y afianzando una gran coalición democrática por la ampliación de la democracia y la paz con justicia social; y trabajar juntos por la consolidación de un verdadero Estado Social de Derecho tal y como lo diseñó la Constitución de 1991. Votar por Juan Manuel Santos, contribuye en la coyuntura a ese gran propósito nacional. Tomado de Caja de herramientas - Viva la ciudadanía. Edición N° 00401 – Semana del 30 de Mayo al 5 de Junio – 2014

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