sábado, 31 de mayo de 2014

Lo que hay que hacer en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales

Ruth Maritza Quevedo
Economista y Candidata a Magister en
Ordenamiento Urbano Regional Universidad Nacional de Colombia



Que Juan Manuel Santos y Oscar Iván Zuluaga representen lo mismo en términos de la aplicación de políticas de corte neoliberal, proyecto al que nos oponemos los sectores progresistas y de izquierda, importa poco a la hora de decidir en esta coyuntura, votar como opción presidencial a Juan Manuel Santos.

El no muy santo Juan Manuel carga los pecados de haber hecho parte del segundo gobierno de su entonces amigo Álvaro Uribe Vélez en la cartera del ministerio de Defensa, y de haber sido uno de los promotores de su partido (el de la U). O sea que si bien el actual presidente además es responsable moral y políticamente en el diseño e implementación del proyecto político militar de la seguridad democrática, representa un riesgo mucho menor que el que representa Oscar Iván Zuluaga en el poder.

Al parecer Zuluaga selló con sangre su juramento de lealtad al ahora senador Álvaro Uribe, tanto como para asumir incluso su impostura. Lo que preocupa es el parecido de Zuluaga y Uribe en su capacidad para desestabilizar la región desde una postura de ultraderecha y su simpatía por las conductas ilegales y de terror para aniquilar la oposición política y social, que los sectores populares y de izquierda les representan. De manera que pensar en un gobierno con Zuluaga en la luz y Uribe y su combo en la sombra, es francamente aterrador.

Interesante sería que, como vienen proponiendo varias voces democráticas, el bloque progresista y de izquierda de este país, que cree y lucha incansable por las reformas sociales y económicas que Colombia necesita y que tiene gran potencial de definición electoral, sumara de manera articulada a la suscripción de un pacto no burocrático con Santos, para avanzar en las transformaciones que no necesariamente deberán pasar por la Habana y que son los verdaderos hechos de Paz. Una agenda mínima, que pueden ser emprendida de inmediato por el gobierno de Santos, pasa por i) el respaldo al proceso de paz, el cumplimiento de los acuerdos de la Habana, así como la incorporación del ELN y del conjunto de la sociedad al proceso de dialogo ii) El impulso a un proceso nacional pedagógico para la Paz y la reconciliación nacional, que debe pasar por la reflexión frente al papel de los medios de comunicación para la Paz, iii) Como consecuencia de lo anterior la sociedad colombiana en su conjunto podrá pensar, proponer y construir la Colombia soñada. En este escenario que debe ser inmediato, tales fuerzas deberán comprometer a sus colectividades con la participación electoral por medio de acciones concretas de campaña y no solo con saludos televisados de los líderes.

Hemos vistos movimientos de los actores políticos en este sentido unos con mayor coherencia que otros; Gustavo Petro y un sector del progresismo anticipó y casi que apalancó la derrota de la candidata del PDA y prefirió confundir a su electorado yendo por la campaña ganadora desde la primera vuelta; la UP luego de deliberar internamente como órgano colectivo para la segunda vuelta, decidió apoyar el proceso de Paz, es decir apoyar el voto por Santos, pero distanciarse claramente del programa de los dos candidatos, igual decisión tomó la Marcha Patriótica; el PDA por su parte sigue, expresando la fuerza del MOIR a su interior, a pesar de que la candidata Clara López comienza a verse como una figura que se suma al sector más progresista del partido. El drama del PDA a nuestro modo de ver es que su composición de fuerzas no le permite actuar con vitalidad y soltura en la coyuntura política, favorable para una propuesta alternativa que sea capaz de ocupar el espacio del inconformismo ciudadano.

Que estamos en un momento histórico es una verdad de a puño, pensar en ocho años de obscurantismo de ultraderecha, terminar con los avances del proceso de paz, así los cálculos electorales de Zuluaga digan lo contrario, volver a la seguridad democrática y profundizar el modelo de libre mercado puede conllevar al país a un nuevo largo ciclo de deterioro democrático y profundización de la guerra con consecuencias inestimables.

Un día el profesor Raúl Alameda Ospina habló sobre las tareas de los demócratas y las tareas de los revolucionarios, en alusión a un texto de Lenin. Justo en este momento la tarea tanto de unos como de otros es realizar un frente común por la Paz, es impulsar la salida negociada al conflicto armado, es bloquear las aspiraciones de la ultra derecha en el poder y es no ser ingenuos. Es bien cierto que no nos gusta Santos, porque representa la rancia oligarquía nacional, que en parte es responsable de la creación de este monstruo que se les salió o de las manos, a quienes hoy les conviene este pacto. Pero menos nos gusta la guerra y es nuestra responsabilidad actuar en contra de ella, más allá de los cálculos electorales o cualquier otra consideración. En esos términos está la cosa. Tomado de Caja de herramientas - Viva la ciudadanía.Edición N° 00401 – Semana del 30 de Mayo al 5 de Junio – 2014


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