jueves, 22 de mayo de 2014

SEGUNDO ENCUENTRO NACIONAL DE DEFENSORES DE LA TUTELA. PODER CIUDADANO, PAZ Y DEMOCRACIA. ASAMBLEA CONSTITUYENTE YA. 4 Y 5 DE JULIO DE 2014. BOGOTÁ. COLOMBIA

Vuelve a estar al orden del día la discusión política sobre la tutela, sus alcances y sus ámbitos de acción; en esta ocasión el florero de Llorente corrió por cuenta del Golpe de Estado contra el Alcalde Gustavo Petro Urrego, Alcalde Mayor de Bogotá, elegido en forma democrática por más o menos 730.000 bogotanos, y destituido en forma arbitraria por el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez.

Los ataques contra la tutela no son nuevos, desde el mismo instante en que nació en 1991, ha sido objeto de las más virulentas críticas. Sus enemigos siempre cabalgan en el argumento del exceso, del abuso y la desproporción; es más, se inventaron un síndrome, propio de la tradición clínica con el que las corrientes conservadoras abordan los debates académicos, tratando con ello de estigmatizar al contradictor de sus añejas posturas: dijeron entonces que estábamos frente al síndrome de la tutelitis. El encargado de ponerle límite a esa discusión insulsa, fue el ex-magistrado de la Corte Constitucional, Manuel José Cepeda, quien terció con una frase de antología al aseverar que “en Colombia no hay tutelitis sino abusivitis”.

Es el abuso del poder la raíz de la crisis de la democracia en Colombia y no la tutela, como se desprende de la andanada mediática contra ella. Guardando las proporciones es como si dijésemos que la responsabilidad del abuso sexual, recae sobre la joven quinceañera, porque se puso una minifalda, eximiendo con esa exótica conjetura la responsabilidad única y exclusiva del inexcusable violador.

La fuerza y popularidad de la tutela reside en hechos reales, cifras contundentes e inobjetables; según Juan Carlos Henao, actual rector de la Universidad Externado de Colombia y ex-presidente de la Corte Constitucional, al mes se interponen 40.000 mil tutelas en este país, lo cual significa que a lo largo de sus 23 años de existencia, las y los colombianos hemos tenido contacto directo con ella en más o menos once millones y medio de ocasiones, beneficiando con su poder redentor a 50 millones de compatriotas; es decir, una nación entera debe la potestad suprema de la justicia a un recurso extraordinario.

Con base en lo anterior, posee todo sentido el preguntarnos, ¿si la fiebre está en la tutela, o por el contrario, reposa en la base de arbitrariedades institucionales que caracterizan el poder público en Colombia?

Vamos caminando hacia el vigésimo tercer aniversario de la Constitución de 1991, ese momento casi que mágico, por lo democrático e incluyente, en donde se alinearon todas las estrellas, todos los dioses, todos los rostros, todas las risas, todas las historias, las ya contadas y las que aún faltaban por narrar. La del 91 fue un soberano esfuerzo por la paz y la reconciliación entre los colombianos. Es el mismo espíritu que demanda nuestra nación hoy, para dejar atrás la barbarie y permitir que Macondo tenga una segunda oportunidad sobre la tierra.

De esa constitución queremos reivindicar su talante ciudadano, su naturaleza garantista y la promoción de los derechos de la gente. Ellas y ellos, encontraron en la del 91, el instrumento eficaz, potente, para hacer realidad su condición de sujetos. La tutela encarna la virtud justiciera, en una sociedad gobernada por instituciones aún marcadas por la fuerza del abuso, la arbitrariedad y la vulneración de los derechos fundamentales.

Cuántas veces SANTA TUTELA redimió al afrodescendiente del infierno de la discriminación; o al desposeído le restauro su derecho a la salud; o al desplazado le aseguró un pedacito de tierra en esta patria de los olvidados; o a las personas con discapacidad les retornó la esperanza del reconocimiento en un país acostumbrado a ningunear la diferencia; a cuántos ciudadanos les protegió el derecho al agua en una nación en donde andan sueltos los demonios de las metrópolis, enceguecidos por la codicia y la sed de oro, importándoles un bledo si para su obtención es preciso acabar con páramos enteros; a cuántos seres que habitaban en cuerpos extraviados les permitió emancipar su auténtica identidad de género; cuántas mujeres encontraron en ella, la fuerza suficiente para besar en público a la mujer de sus sueños, o de sus deseos; o al revés; cuántos pueblos indígenas hallaron en la tutela la forma de ser reconocidos con su territorio, su lengua y sus cosmovisiones. En fin, cuántas voces diversas han sido rescatadas del ostracismo, gracias a la acción liberadora de la doña de marras.

Por todas las razones aquí expuestas, resulta bienvenida la iniciativa de la Red Nacional de Defensores de la Tutela, de realizar los días 4 y 5 de julio de este año, el 2° Encuentro Nacional de Defensores de la Tutela. Poder Ciudadano, Paz y Democracia. Asamblea Constituyente Ya, concebida como un escenario de discusión y deliberación ciudadana, destinado a blindar y preservar la TUTELA, patrimonio democrático de los colombianos.

En reuniones del comité preparatorio del Segundo encuentro Nacional de Defensores de la Tutela que se han venido llevando a cabo en la ciudad de Bogotá, se han definido los temas sobre los cuales se establecerán los paneles de trabajo.

Los temas – páneles son los siguientes:

1. Tutela y Víctimas
2. Tutela y Libertad de prensa
3. Tutela y Salud
4. Tutela y Ambiente
5. Tutela y Derechos de Población LGBTI
6. Tutela y Derechos de Mujer y Género
7. Tutela y Etnias
8. Tutela y Basura cero
9. Crisis y Democracia
10. Tutela y Derechos de personas con Discapacidad
11. Tutela y Educación, cultura y juventud
12. Tutela y Derechos de los Campesinos y Seguridad alimentaria
13. Tutela y Derechos de Protección social de los colombianos

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