Bogotá, julio 22 de 2014. Julio Pulido (Poder Ciudadano). Pocas
lluvias y altas temperaturas tienen a 117 municipios en medio de una escasez de agua
potable. 20 departamentos en alerta roja por incendios forestales.
Intensa polémica generó desde hace pocos meses (marzo) las
imágenes de babillas, chigüiros, tortugas, venados y ganado en agonía por falta
de agua en el departamento del Casanare. Las fotografías de desiertos salpicados
con esqueletos donde antes solo había agua impulsaron la indignación de
expertos, ambientalista, instituciones protectoras del medio ambiente y, claro
está, en redes sociales.
Sin embargo, acostumbrados a la rabia que se posa por
instantes, la indignación causada por los más de 20.000 animales muertos por
falta de agua y altas temperaturas en Casanare, Cesar, Magdalena, Atlántico,
Santander y Chocó cedió rápidamente antes de tener respuestas o peor aún, al
creer como único agente responsable de tal problemática a ese monstruo tan
mencionado pero tan poco explicado: el cambio climático.
La indignación ha menguado, pero la realidad continúa y se
acentúa. La sensación de intenso calor (41 grados centígrados a la sombra se
sintieron hace pocos días en Valledupar) sumada a lluvias escasas, tienen en
alerta roja a las regiones Caribe y Andina del país. La Defensoría del Pueblo
ha advertido que por lo menos 117 municipios son vulnerables a sufrir una
permanente escasez de agua potable por un clima cada vez más seco.
Al respecto el diario El Espectador presenta unas cifras
preocupantes: En la Guajira han muerto cerca de 15.000 cabezas de ganado, y
10.000 hectáreas de terrenos aptas para los cultivos están hoy inservibles. Y
ya son 20 los departamentos en alerta roja por incendios forestales, como
Antioquia, donde se han presentado 56 conflagraciones en el último mes.
Para muchos la sequía que recorre amplias zonas del país se
deben a la sequía usual e histórica que se presenta en gran parte del país en
esta época del año.
Sin embargo, acusar de nuestras angustias a eventos de los
cuales tenemos un mínimo control, es una práctica demasiado acomodada que no
llega a la raíz del problema. No se trata de negar la evidente influencia del
clima en la sequía que desde inicio de año se padece en gran parte del territorio
nacional. De lo que se trata es de señalar que los factores climáticos se ven amplificados por las dinámicas
sociales sobre los ecosistemas.
La deforestación, la ganadería extensiva, los proyectos de
inversión y extracción de recursos minero-energéticos demandan grandes
cantidades de agua que alteran la dinámica hídrica de los suelos generando las
condiciones para que los efectos climáticos (hoy sequías) sean más intensos.
Este tipo de intervenciones extractivistas sin un plan que
mitigue sus efectos en los ecosistemas acentúan los efectos climáticos sobre el
agua y otras especies.
“Es claro que ante las lógicas extractivistas de los últimos
gobiernos nacionales y en medio de un modelo económico neoliberal que sólo ve a
la naturaleza como una gran despensa de bienes mercantiles susceptibles de
explotación, las áreas boscosas, los humedales, las fuentes hídricas y la
biodiversidad no están siendo incorporadas como elementos centrales en los
procesos de planificación del territorio”, señaló Omar Ramírez, docente y
consultor en temáticas ambientales.
Podemos seguir acusando de nuestras angustias a los
fenómenos climáticos, en parte tendremos razón, pero, en palabras de Omar
Ramírez “la problemática de fondo que se tiene que discutir es la forma como se
está planificando el desarrollo en esta región del país y su relación con los
niveles de vulnerabilidad a eventos como la sequía”.
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