sábado, 26 de abril de 2014

Gaitán, delante de la elección de 2014

Por: Miguel Ángel Herrera Zgaib - Director Grupo Presidencialismo y Participación 



Las multitudes contra la Unión nacional

“Los partidos no son invenciones del momento. El contraste de las ideas no son valores transeúntes que puedan ponerse al margen, ni es posible, cuando los partidos tienen en realidad impedimento valedero en el plano de las ideas…

La democracia reside esencialmente… a que existen unos partidos con sus ideas que gobiernan y existen unos partidos con sus ideas que están en la oposición…

Estamos pues, en presencia de dos concepciones políticas dentro de nuestro partido: la que no quiere que se cambie nada, la que no desea que estos “gritos demagógicos” perturben la pesada digestión de los “tranquilos estadistas”…Es la vieja pugna, la honda pugna que la humanidad ha sufrido a través del calendario de su historia.” J.E. Gaitán, Los partidos políticos en Colombia. Bogotá, mayo de 1946. (Discurso facilitado por Gloria Gaitán Jaramillo, 28 de febrero de 1975 a José Félix Castro).

Después de la derrota liberal de 1946, quedaron enfrentados directoristas, a cuya cabeza estaban Eduardo Santos Y Carlos Lleras, y, por supuesto, los gaitanistas. El líder de los primeros, Gabriel Turbay se había marchado a París.

El camino quedó libre para enfrentar a la dirección nacional con el disidente Gaitán, quien la emprende contra el país político, entendido como la coalición de oligarquías liberales y conservadoras. Él se propone como el líder de la oposición, convoca en el otro extremo al país nacional, y éste le responde, primero en la elección a Congreso, y luego en las elecciones municipales, las últimas en las cuales participó siendo el jefe único, íngrimo y solo, del liberalismo frente al destino.

En esta función de ser la oposición abierta, sin ausencia, el negro Gaitán señala a sus rivales como los animadores de la Unión Nacional que por tercera vez están activos en la historia colombiana. La primera ocurrió en 1854, para sojuzgar a las Sociedades democráticas orientadas por el general bolivariano José María Melo; luego para hundir el experimento radical, y colocar en su lugar la coalición liberal/conservadora, impuesta a letra y sangre con el episodio de cierre de la guerra de los mil días.

El tercer momento es el que Gaitán denominó la confrontación entre el país nacional y el país político, acerca de lo cual discurrió el caudillo liberal en el discurso citado en el epígrafe. El denunciaba en estos términos la manguala tradicional, así:

“Y el gran panorama, de esa tan recortada política, se expresa todavía mas cuando se piensa que el cambio se reduce a otra cosa: a que unos dan y otros reciben, para que cuando se sucedan cambios políticos, otros reciban cuando los terceros son los que dan.”1

Luego de definir el clientelismo triunfante una vez más, Gaitán precisa su palabra de orden que lo conducirá a ser la cabeza del partido, luego del triunfo electoral de 1947, al que ya nos referimos:

“Ahora no tenemos sino que no traicionar nuestras ideas y decir esto: el Partido Liberal no va a entregarse, el partido Liberal no va a hacer de manumiso…no va a pedir el plato de lentejas a nombre de la mentirosa unidad y cordialidad…”2

Más adelante precisa el sujeto de la rebelión: “Estamos tras un pueblo, a la defensa de un pueblo oprimido y puesto al margen, de inmensas multitudes abandonadas, escarnecidas y burladas en todos sus intereses, a las cuales se les halaga, pero no se les cumple.”3

Viene enseguida la denuncia de la Unión Nacional del 5 de mayo de 1946, “no nos engañan con eso de la “colaboración patriótica”. Y Gaitán reclama para sí, “a este individuo que ahora habla, en la capital de la República, la más grande de las votaciones de la historia que le haya dado a ningún hombre colombiano.”4

Igualmente denuncia el papel de El Tiempo de Eduardo Santos en aquella elección perdida por el liberalismo: “Esa prensa que decía que el doctor Turbay era el candidato legítimo y que tenía las grandes mayorías…ya sabemos que en secreto y en privado y con puñalada matrera se dirigía al doctor Turbay para decirle que acabara con la legitimidad y renunciara porque de nada valía la legitimidad.”5

Viene entonces el antídoto contra la desmoralización, por la restauración moral y contra la oligarquía, pregonando “una convención que tiene que ser de la multitud, la organizaremos y demostraremos, contra lo que ellos hablan, que las zambras no se suceden en la multitud y en las grandes convenciones democráticas. Que esas convenciones sabrán dar ejemplo…”6

La entrega de la conducción partidista ocurrió luego del triunfo gaitanista de 1947, pero este vino presidido por la plataforma del Colón de enero de 1947.

Plataforma del Colón: el comienzo del fin

“El Liberalismo reconoce que hoy resulta insuficiente e inoperante el concepto de la democracia restringido al solo campo de la organización política del Estado y proclama la necesidad de extenderla a las zonas económica y social,…” Punto VIII de la Plataforma del Colón.

“El Liberalismo es partidario de la solidaridad de Colombia con los Estados Unidos y en ningún caso confunde a las grandes fuerzas democráticas que en esa nación batallan por el mismo ideal de los demás pueblos contra los grupos imperialistas cuya actividad es funesta tanto para la democracia del Norte, como para la de oros países…Punto XIII. Plataforma del Colón.

El tránsito de la Plaza de Santamaría al teatro Colón marca el ascenso de la figura política del reformador social más influyente de la primera mitad del siglo XX. En este mismo recinto, Gaitán no pudo ingresar cuando se celebraba la IX Conferencia Panamericana.

Le fue proscrita su presencia por el gobierno Conservador y sus aliados liberales, entre quienes se encontraba la figura de Carlos Lozano y Lozano, otro penalista de kilates, quien también se había formado en Roma obteniendo las mejores distinciones.

La plataforma del Colón había tenido por usina el diario La Jornada que dirigía el poeta piedracelista Darío Samper, que junto al novelista Osorio Lizarazo hacían parte de los entusiastas del gaitanismo, como lo fueron también Jorge Gaitán Durán, Carlos H. Pareja y Jorge Zalamea, y tantos otros que pensaban que la reforma social era posible.

Había una cascada de reformas progresistas y socializantes las más, que de realizarse conllevarían una verdadera revolución hecha desde el liberalismo que con el viejo López había perdido su impulso. Era, de un cierto modo, una vuelta a los ideales del unirismo después de una década de caminar por el desierto del bipartidismo.

En la plataforma estaba claro el cambio del sistema tributario, que hasta hoy sigue al servicio de los poderosos, y favoreciendo con descaro la riqueza improductiva y la emanada de la especulación. No ha sido posible un “reajuste del sistema ttributario en la nacional, en lo departamental y en lo municipal.” (Ver punto XXI)

Entonces se reclamaba “la autonomía de los órganos judicial y contencioso administrativo y pide el establecimiento de la carrera judicial…por concurso riguroso y sus ascensos sean debidos a probados conocimientos, eficacia y moralidad”. (Ver XXIII)

Estaba la plataforma en contra de que “el servicio militar recae especialmente sobre los campesinos, obreros y la clase media, y se exime de sus obligaciones a quienes posean dinero para comprarlo…” (Ver XXVI)

En otro apartado de la Plataforma, el XXVIII, declara, que “la norma esencial que debe guiar la intervención del Estado debe ser la de buscar el equilibrio de los intereses económicos contrapuestos y en ningún caso la de gravar el desequilibrio por la preferencia para el más fuerte…compensar la deficiencia de los económicamente débiles en busca de una equitativa armonía social.” Están más que claros los índices que 37 años después ubican a Colombia entre los países más desiguales de la tierra, sin importar los malabares estadísticos que se ensayen por orden de los ejecutivos de turno.

En el siguiente apartado, se aboca la cuestión agraria y la propiedad de la tierra, para señalar que se “reclama una revisión orgánica de la ley de tierras que diferencia las no cultivadas y sobre las cuales el colono que les dio vida económica debe excluir a cualquiera otro titular de la propiedad o dominio y las tierras ya cultivadas respecto de las cuales urgen la extensión de las leyes sociales al campesino…” (Ver XXIX)

En el numeral LI, la referencia es la educación superior, y dice que el Liberalismo se declara “partidario de la unidad de los fines espirituales y sociales que persigue la universidad y propende por la autonomía directiva de la misma…El liberalismo entiende que la autonomía existe mediante la elección de las directivas sin intervención oficial.”

En los dos últimos puntos recuerda que la aceptación de la Gestión parlamentaria “no puede ser en estas materias personal, sino por la voluntad del partido, que para luchar por sus ideas los ha designado”; y en el último, el LIII, establece que el partido es “la expresión de la conciencia del pueblo.”

Esta es una semblanza a zancadas de la Plataforma del Teatro Colón, que luego se convirtió en punto de disputa, cuando habiendo triunfado el gaitanismo en las elecciones de mitaca buscó viabilizar esta plataforma en el así llamado Plan Gaitán, para enfrentarse a una cerrada oposición que bloqueó casi todas las iniciativas congresionales, pese a ser Gaitán el jefe del partido, y haber obtenido el mayor número de congresistas electos, siendo como ya se estableció, la primera minoría.

Así empezaba a tejerse con hilos indelebles la tragedia del liberalismo socializante, en la persona de su propio líder. La consumación vino de la mano certera de Juan Roa Sierra, quien sabía que moriría en el intento, y que, en consecuencia, fuerza a pensar que se trataba de una nueva cuerda de sicarios.

Ya no revestía Roa Sierra los tintes bestiales de quienes, pasionalmente, dieron muerte a Rafael Uribe Uribe, colíder del radicalismo, en las escalinatas del Capitolio, o liquidaron al Mariscal Sucre en Berruecos, sino de aquellos que se hicieron grosera y tristemente célebres en los magnicidios de las dos sangrientas, últimas décadas del siglo XX, el más salvaje de todos los vividos en el mundo, según lo consignara el historiador británico-alemán Eric Hobsbawn.
Tomado de: Viva la Ciudadanía Edición N° 00396 – Semana del 25 de Abril al 1 de Mayo – 2014

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