domingo, 29 de diciembre de 2013

Natalia Orozco: La Nueva Generación de Periódistas que el País Necesita. Por Qué Me “Renunciaron” de Los Informantes del Canal Caracol


Natalia Orozco: La Nueva Generación de Periódistas que el País Necesita

Natalia Orozco revela las tensiones que se dan entre los periodistas y los directores de los medios pero que muy pocos se atreven a contar. Diferencias de criterio periodístico forzaron su salida
Vine a Medellín para asistir a la entrega de los premios de periodismo de la Fundación Gabriel García Márquez. Quizás el hecho de que las conversaciones giraban en torno al ejercicio periodístico, el criterio, la libertad de prensa, la formación y la experiencia de los líderes de opinión, motivó a muchos de los colegas a preguntarme por qué salí del programa LOS INFORMANTES el nuevo proyecto de Caracol Tv, al que me había vinculado hace 4 meses con enorme ilusión. Las preguntas también se han multiplicado en las redes sociales después que me limité a decir que me fui “por diferencias de criterio periodístico”.Pensaba así pasar la página. Sin embargo, amigos y periodistas que admiro me convencieron de escribir estas líneas, que más allá de los detalles de un reportero saliendo de un canal (asunto que no debe ser una noticia), buscan compartir algunas reflexiones hechas después de que Caracol prescindió de mis servicios.
Después de 15 años de estudios y corresponsalía en el extranjero regresé a Colombia. Consideré una obligación y un privilegio estar en mi país, en un momento histórico del que quiero ser testigo.El paso por BLU Radio me dio la oportunidad compartir con periodistas de una calidad profesional y humana excepcional. Con directoras de programa como María Clara Gracia y Vanesa de la Torre, que me abrieron micrófonos para expresarme con absoluta libertad. La experiencia en televisión con LOS INFORMANTES me dio la posibilidad de conocer reporteros y jóvenes productores con enorme potencial.
Sin embargo en LOS INFORMANTES surgieron diferencias, que motivaron la salida de otros colegas y que me llevaron a cuestionar las reglas impuestas y la línea editorial del programa. La entrevista realizada al estratega militar de las FARC, Pablo Catatumbo, fue reeditada sin mi presencia, asunto que por razones de principios no podía permitir y a pesar que la directora revisó su decisión, causó un deterioro en la relación. Me quedó claro que no se trató de una política institucional de Caracol, sino que fue una decisión de María Elvira Arango con quien tengo divergencias sobre si los medios y las élites en Colombia tienen también una responsabilidad en el conflicto
 Mi posición es y será que sí, y el punto de coincidencia que tuve con el líder subversivo, a quién le cuestioné de forma contundente sus métodos, fue que “todos en esta guerra hemos cometido errores”.
Posteriormente la entrevista, pensada para ser una de las que inaugurara el programa, fue aplazada en varias oportunidades porque “los guerrilleros no daban rating”. 
Quizás mi idealismo, motor que me impulsa en esta labor, me hizo argumentar que nuestro compromiso no podía ser sólo con el rating, sino primero y sobre todo, con la información. También que a pesar de las heridas incurables que nos han dejado los actores armados y sus actos criminales, llegó el momento para que nos escuchemos todos, pues queramos o no, es con desmovilizados de los paramilitares, de los guerrilleros y de las bandas criminales, así como con los industriales, mineros, políticos corruptos y honestos con quienes tendremos que construir la Colombia del futuro.
Después de Pablo Catatumbo, entrevisté a Julián Bolívar, comandante desmovilizado de uno de los grupos paramilitares más violentos del sur del país. Dialogué también con sus víctimas. Estaba construyendo historias con múltiples voces pues estoy convencida que en este país todos tenemos algo que cambiar, que lamentar y que decir.
Me han reprochado debatir “las reglas” cuando creo que la columna vertebral de todo periodista debe ser precisamente confrontar lo establecido, preguntar sobre su pertinencia y transformar lo que no considere justo.
De “castigo” la directora de LOS INFORMANTES me prohibió editar la entrevista más linda que he hecho en 15 años de ejercicio periodístico: un encuentro con Fito Páez que consiguió el joven productor Mario Zamudio. Un trabajo que iba más allá de recordar su legendaria carrera como estrella de rock, y ahondaba en aquel ser humano complejo pero brillante sobre el camino para sobreponerse a la violencia, la relación entre el arte y la resistencia, el valor de la soledad, la simbiosis de este creador con ciudades oscuras y mágicas como Buenos Aires o incluso Medellín “putas ciudades, de pobres corazones”. La entrevista fue emitida eliminando el diálogo y mi presencia –hecho que poco importa-, pero los textos fueron escritos y leídos por la directora del programa. El resultado tuvo muy poco que ver con el diálogo que sostuve con el artista.
Tengo mucha ilusión de trabajar en Colombia. Salir de una empresa y despedirse de compañeros con los que se crean lazos de afecto y de respeto no deja de ser triste. Y aunque aún hoy el corazón sigue arrugado, seguiré considerando que los periodistas no tenemos el derecho a ser sumisos, ni aceptar ningún tipo de arbitrariedad.
Antes de este paso fugaz por Caracol, trabajé como corresponsal siete años en RCN TV, publiqué en EL ESPECTADOR y en SEMANA, hoy soy corresponsal de Radio Francia Internacional y formo parte del portal periodístico Las2Orillas, el cual fundamos varios colegas inspirados por el entusiasmo de María Elvira Bonilla y León Valencia, con el propósito de construir una alternativa de periodismo independiente. Allí tengo mi casa.

En todos los medios siempre he podido debatir con mis directores aún sobre los temas más sensibles. Con todos tengo una relación de respeto y agradecimiento.

A manera de crítica me han dicho que tengo un “espíritu indómito”. Lo recibo como un cumplido. Y guardo la convicción de que ¡sí es posible hacer periodismo libre en Colombia! Y que este, el del cuestionamiento permanente, fue el camino que escogimos. Cueste lo que cueste, tenemos que asumirlo.

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