Bogotá, Abril 08 de 2016. Caminar por las calles empedradas, angostas y acogedoras de la Candelaria es un deleite para los sentidos. Recorrido que no es exclusivo para los turistas extranjeros y nacionales, sino que también disfrutan los bogotanos de nacimiento o de corazón, los estudiantes, los artistas y los bohemios.
Como peatón, uno no sabe a dónde mirar primero. Quisiera tener los ojos del camaleón para no perder detalle de este paisaje rústico y romántico que se abre ante mis ojos.
No pasa desapercibida la magia de sus casas coloniales con sus majestuosos balcones de manera que nos transportan al pasado, y que aún cuelgan de las casas desafiando la gravedad y el tiempo.
Son balcones con más de 400 años de tradición e historia, convertidos en testigos mudos de la vida capitalina que ha transitado frente a ellos durante los últimos cuatro siglos. Los hay de todos los acabados, tallados y colores, con ramajes
florecidos, follajerías, guirnaldas y frisos.
Veo balcones coloridos, grandes, anchos, elegantes, sencillos y pequeños.
Los primeros balcones datan de 1.602 y adornaban las casas que entonces rodeaban la actual Plaza de Bolívar, donde también estaban la sede del Cabildo, la Real Audiencia, la Cárcel de la Corte, el Palacio Virreinal y las casas de los Comuneros y del Florero, entre otras.
De hecho, en el centro histórico existen un total de 2.364 propiedades, de las cuales 54 están declaradas como Bienes de Interés Cultural del Orden Nacional (antiguos Monumentos Nacionales), mientras que 1.608 fueron declarados de conservación arquitectónica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario