Jaime Alberto Rendón Acevedo
Centro de Estudios en Desarrollo y Territorio, Universidad de La Salle
De economía poco, pero las diferencias existen
Ya termina esta historia que sólo ha dejado al descubierto las miserias de nuestra dirigencia, las decisiones inentendibles de nuestra élite empresarial y la polarización de un país; caminos nada fáciles a la hora de emprender los retos, esas esperanzas de un futuro mejor y en paz.
Un proceso electoral que se ha basado en sólo un tema: la paz o la guerra. Las y los colombianos deberemos de decidir entre un camino o el otro, así de sencillo, nos han puesto en un dilema pienso yo miserable. Cómo decidir por la guerra cuando somos ya generaciones enteras que no hemos podido ver el país en paz pero si muchos muertos, desplazados y víctimas, pasando por destrozos de infraestructura, pueblos, militarización de la vida cotidiana...
Cómo no recordar que hace 16 años el presidente Pastrana llegó a la presidencia tras montarnos en el cuento de un proceso de paz con las FARC. Cómo no recordar al presidente Uribe diciendo que rápidamente terminaría con esos terroristas de las FARC y el país le permitió que desconociera el conflicto, las víctimas y que fortaleciera las fuerzas armadas convirtiéndolas en un ejército gigante y costoso. Hizo cosas impensables: acorraló las FARC pero no las venció, negoció con algunos jefes paras pero no garantizó su verdad, la justicia y la reparación de las víctimas, terminó extraditándolos y se eliminó el problema. Sin duda es muy hábil, mantuvo al país con la incertidumbre del enemigo interno (que las FARC sin duda lo son) y que él es el único capaz de enfrentarlas con decisión. Y un enemigo externo: Venezuela y América Latina y nos volvió detestables para el continente. Cómo olvidar que el país eligió a Santos creyéndolo portador de las ideas uribistas, además de sus méritos como ministro de defensa. Cómo pretenden que desconozcamos que son las FARC las que han elegido los últimos cuatro presidentes de este país. Y hoy para uno u otro lado van a elegir al quinto. Que poder tan bárbaro el de unos y otros, mientras los muertos los ponen los pueblos diversos de este país, ellos juegan a las armas y sus negociaciones en una guerra que obviamente ya no es nuestra, pero que la pagamos íntegramente.
Este es un país que cansado de la muerte le ha hecho todas las apuestas a la guerra como una forma de vencer al otro. Cuántas más víctimas vamos a necesitar para comprender que solo con la negociación política, con todo lo que ellos pueda implicar, el país puede emprender caminos de reconciliación y posconflicto. Por eso como ya lo había manifestado, porque le hago una apuesta decidida a la terminación negociada del conflicto, votaré por Santos, sin tapabocas ni nada de esos eufemismos que a última hora nos ha dado por esgrimir, votaré por Santos además para que Zuluaga-Uribe no tengan otros ocho años de presidencia, porque nunca como en esos ocho años de Uribe presencié semejante despropósito de corrupción, acciones antidemocráticas e inmoralidad.
Pero, los debates, las furias del candidato Zuluaga, propias de su mentor político, con comerciales y naranjas incluidas (en realidad estrategias para mostrarle al país que son de “armas tomar”, que son unos braveros), ha llevado a marcar algunas diferencias frente a los postulados en el modelo económico. Si bien en términos generales responden a la misma lógica de mercado, también es claro que en sus discursos se evidencian matices, importantes cuando se está en un país donde la desigualdad, la pobreza, la exclusión laboral y la marginalidad económica son otro de los resultados de una guerra ilógica y de las actitudes codiciosas de nuestra élite empresarial.
El gran tema es el tratamiento a las empresas transnacionales y en general al gran capital. Para Zuluaga el camino a seguir es lo realizado en los ocho años del gobierno de Uribe (donde él fue su Ministro de Hacienda) donde para posibilitar la confianza inversionista se implementaron medidas fiscales que le han costado al país mucho dinero. Exenciones tributarias que pueden promediar los 9 billones de pesos anuales; estabilidad jurídica que implica que a éstas (75 grandes empresas) por los próximos 15 hasta 30 años no se les podrá colocar una tributación distinta a la actual. ¿Cómo y a quién pretenderá Zuluaga cobrarle el impuesto de guerra? A estas, las más grandes empresas ya no se les podrán imponer, por Ley están blindadas.
El favorecimiento al gran capital, la baja tributación a las empresas de gran tamaño, los subsidios a los grandes productores agrícolas, la reducción del salario a los trabajadores como estrategia de competitividad y la prevalencia del mercado en la economía dejando en solitario a la mipymes, los agentes junto a los trabajadores, de mayor vulnerabilidad económica, fueron características del gobierno de Uribe que llevaron al país a tener una aparente estabilidad económica soportada en la fragilidad de los salarios, en los impuestos a la clase media y en grandes inversiones mineras y agroindustriales, poco generadoras de empleo y lejos de ser facilitadoras de una mejor distribución del ingreso.
Debo reconocer que sin ser opuesto a esto el Gobierno Santos ha matizado algunas de estas cosas. Obviamente, no podrían esperarse mayores diferencias cuando el Ministerio de Hacienda ha estado direccionado por los más conservadores de los economistas del país, cuando se mantienen inamovibles las directrices de los organismos multilaterales, cuando el Banco de la República sigue siendo una institución aparte que nadie es capaz de poner en tela de juicio, aun a pesar de sus continuos errores en el manejo cambiario y de tasas de interés.
Entre estas cosas vale la pena mencionar que en el período Santos no se han firmado nuevos acuerdos de estabilidad jurídica (excepto un par de ellos que ya estaban comprometidos), que gracias al TLC con los Estados Unidos, el Presidente asumió una agenda laboral que permite trabajar en dos frentes; trabajo decente y derechos laborales que dicho sea de paso fueron perseguidos (incluyendo a los sindicalistas) en el gobierno Uribe. La presencia del Estado en la protección de aquellos que mencionamos como vulnerables ha sido más efectiva: se han fortalecido los programas de atención a víctimas (es más se reconocieron y también a los desplazados ya que en el gobierno anterior eran migrantes), se han abierto programas de atención pensional a los adultos mayores, se han generado derechos laborales para los trabajadores independientes y las empleadas de servicio doméstico; los proyectos de construcción de vivienda si bien no están al 100% sí que han sido un alivio para muchas familias; el país ya ha comenzado a hablar de la necesidad de una política industrial explícita.
La Ley de tierras y las apuestas por el agro han marcado nuevas sendas de crecimiento para el sector, incluso gracias a la presión realizada por los mismos campesinos, aspectos que son diferencia y que ya recibieron la reacción negativa de los sectores de ultra derecha matando a líderes campesinos y comunitarios. En el tema de educación y la implementación de tecnologías para las escuelas y colegios sí que se han evidenciado logros importantes: el avance de la cobertura, de la implementación de jornadas únicas, los programas de atención a los escolares y la formación de profesores permitirán si se mantienen logros en las pruebas de valoración internacionales que tanto nos preocupan. La concertación de la Ley de Educación Superior se ha querido hacer ver como una debilidad pero, por el contrario, se trata de una concepción de Estado diferente, donde el Gobierno, después de algunos fiascos, comprendió que las políticas públicas en una democracia se concertan con los distintos actores involucrados.
Está bien, son solo matices sobre un modelo de desarrollo que mantiene su preferencia sobre el gran capital, pero no obstante, ha sido la forma, el proceso de generar una economía distinta a aquella que durante los ocho años anteriores sí que marcó una diferencia de actuación y prioridades.
La solución política del conflicto le podrá generar a la economía colombiana un crecimiento del PIB superior, en promedio puede ser entre 2.5% y 3.5%, esto sumado a aquella máxima del presidente Santos de que es necesario implementar tanto Estado como sea necesario y tanto mercado como sea posible, harán que la economía y en general la sociedad colombiana vayan por unos caminos que posibiliten, ojalá, una mejor vida. Desandar, volver al pasado, aún a pesar de lo provocador del discurso de fuerza y autoritarismo, será un error que pagaríamos la próxima década.Edición Caja de herramientas N° 00403 – Semana del 13 al 19 de Junio – 2014
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