martes, 24 de junio de 2014

Bogotanos crean sus propias huertas en las terrazas de las casas


Más de 10.000 agricultores encontraron en la agricultura urbana la solución para economizar.

Por: SANTIAGO GÓMEZ LEMA12:40 p.m. | 23 de junio de 2014 
Ellos hacen parte de las 53.000 personas capacitadas por el Jardín Botánico en agricultura urbana.
Foto: Archivo particular
Ellos hacen parte de las 53.000 personas capacitadas por el Jardín Botánico en agricultura urbana.
Una huerta de un metro cuadrado, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), puede producir 100 cebollas cada 4 meses o 200 tomates anuales. Pero también 36 lechugas cada dos meses, o 10 coles cada 3.

Con una terraza de 4 metros cuadrados, teniendo en cuenta que en Bogotá la lluvia es infalible, los cultivadores urbanos cuentan con suficiente agua de lluvia para el cultivo de todo el año de un huerto pequeño (si tienen los respectivos sistemas de recolección por gravedad o por estanque, por supuesto).

Por eso, desde hace varios años, el Jardín Botánico lidera un proyecto de agricultura urbana que ya ha capacitado a más de 53.000 personas, en 19 localidades de la capital. Además de concentrarse en la población vulnerable, los talleres, en los que se facilitan algunos materiales básicos para construir una huerta casera (plántulas, sustrato, y plantillas para la conservación), han llegado ya a todos los estratos.

Hoy en día, en Bogotá se calculan unos 10.000 agricultores urbanos, sin tener en cuenta los programas universitarios que adelantan, por su lado, iniciativas similares. Pero no se trata de nada nuevo. Antes de la intervención del Jardín, las personas ya cultivaban en sus casas.

Los campesinos y la población desplazada que se asentaba en las periferias y en los cinturones de pobreza y concreto que rodean Bogotá venían a la ciudad con una tradición agrícola arraigada, que persistía incluso en el destierro. Sin embargo, se trataba de un mero divertimento, de un ejercicio nostálgico que necesitaba de un método que regulara los tiempos y las cosechas para que el objetivo diera unos resultados reales.

“Nosotros los capacitamos para que en poco espacio, mediante un diseño sencillo, puedan tener de manera más adecuada su cultivo. Se les enseña el montaje de semillero, la propagación de las plantas, cómo elaborar abonos orgánicos y cómo manejar residuos. Inculcando así un cambio en la dieta alimentaria” cuenta Diego Gutiérrez, uno de los encargados de coordinar el proyecto en todo Bogotá.

Además, les ofrecen talleres complementarios en los que se profundiza en los múltiples usos de las plantas medicinales y los abonos orgánicos caseros.

Las ventajas de esta práctica creciente son innumerables: alimentos sanos, limpios y orgánicos, además de beneficios económicos considerables para una familia de bajos recursos, pues implica un ahorro mensual de entre 10.000 y 50.000 pesos.

Además, aumenta la frecuencia de la fauna (en su mayoría aves) y sirve para la reutilización de materiales reciclables. Y, por último y no menos importante, ayuda a la renaturalización del espacio, aumentando las coberturas para mitigar el cambio climático, teniendo en cuenta que en el año 2025 más de la mitad de la población mundial en desarrollo será urbana, según la FAO.

Cultivadores en Usme

Rosa Chaparro y Josué Riveros, quienes ahora viven en Usme, en el barrio El Rubí, llegaron de Aquitania (Boyacá) hace algunos años. En su pueblo natal producían sus propios alimentos en una finca con un espacio considerable. Ahora, en su casa de tres plantas, que hasta solo hace unos meses era reconocida en el sector como una de las más vistosas por su huerta casera, esta familia parece haber traído el campo a una terraza de 5 metros cuadrados tapizada en cemento.

“Nosotros teníamos una huerta donde teníamos de todo. Pero ahora compramos unos paticos y se comieron las verduras. Solo dejaron la arveja y otras cositas, por la altura” cuenta Rosa, quien en ese espacio reducido tiene ahora 3 gallinas, 4 patos, un perro y una pequeña huerta de la que se alimenta su familia y que fue sistematizada gracias a la ayuda de un proyecto de la Universidad Nacional.

Actualmente, existe una empresa de mujeres cabezas de familia capacitada por Corpoíca, llamada Aeromandina, que produce aromáticas para comercializarlas, mostrando así que la agricultura urbana también sirve para crear pequeñas economías sostenibles a largo plazo.

En Bogotá, los proyectos de agricultura urbana son impulsado principalmente por la universidad de los Andes, la del Rosario, la Corporación Universitaria Minuto de Dios, Corpoíca, el Jardín Botánico de Bogotá y el Sena.

Una práctica incipiente

Brasil, el líder de este tipo de desarrollos

A excepción de Cuba, Brasil Argentina y Chile, la agricultura urbana en la región no cuenta con una política de desarrollo consolidada. En Brasil, por ejemplo, se invierten más de US $ 5 millones al año en actividades relacionadas con esta práctica. En ciudades como Rosario (Argentina), Teresinha, Curitiba, Recife y Santo André (Brasil) hay huertas comunitarias en parques y espacios privados para el consumo de quienes viven en zonas cercanas.

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