sábado, 3 de marzo de 2012

Los inmorales nos han igualado, señora Morales


José Darío Castrillón Orozco Psicólogo



“Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”.
Francisco De Quevedo

¡Por fin Colombia tuvo Fiscal! Se escuchó clamar a uno de los servidores de la Fiscalía General de la Nación que recibieron con calle de honor a la doctora Viviane Morales, luego que se conociera el fallo del Consejo de Estado que anuló su elección.

Hasta ahora la institución de la Fiscalía ha sido algo más bien sospechoso para los colombianos. Se pueden recordar episodios donde los titulares de este despacho han salido publicitados en escándalos por estar vinculados con carteles del narcotráfico, o por poner esa institución al servicio de las bandas de paramilitares. Nunca por el servicio eficaz.

Con la gestión de la doctora Morales se revivió la confianza en la Justicia como institución. Se movieron procesos “engavetados” que involucraban poderosos personajes; se tomaron decisiones drásticas frente a los considerados intocables. Sin cálculo político medroso, fiscalizó entramados de poder inexpugnables a la justicia. Ella, en un año, hizo más que sus antecesores en los casi 20 de existencia de la institución.

Su paso por el ente fiscalizador no fue en vano. Tampoco fue gratis. Antes del fallo del Consejo de Estado, a la Señora Fiscal se le ha querido enlodar con su vida intima. Como si tener mal gusto fuera delito. Pero, a la opinión general le ha quedado claro que se ha tratado de una retaliación de baja estofa por parte de sectores influyentes de la nación, quienes han sido, por fin, enjuiciados. Luego de una tradición bicentenaria de impunidad para delincuentes perfumados, y considerando que la tradición hace ley, estos pillos reclaman para sí la inercia de la impunidad. Llegan a tal desfachatez que cuando los procesan judicialmente alegan una persecución política. Pro eso fue blanco de los más rastreros ataques, presionando para hacerla declinar en su propósito justiciero.

Siempre se ha dicho que la justicia es para los de ruana, o, como lo expresara Mariano Ospina Pérez, “La justicia es como la culebra no muerde sino a los descalzos”. No es vana la expresión. Refleja el añejo conocimiento de una justicia injusta en Colombia, donde la corrupción de cuello blanco es pan diario, mientras las cárceles están atiborradas de pobres. Tras cada escándalo se lanza a la ciudadanía la frase prometiendo “exhaustivas investigaciones”, que es un sinónimo de mamada de gallo, que no pasará nada. En efecto, tras las anunciadas pesquisas no pasa nada, y si pasa resultará obra de los porteros y las secretarias. Eso en el servicio civil porque cuando delinquen los militares, si resulta condena alguna, recaerá sobre un puñado de soldados, dos cabos y un sargento. Pro vez primera, se procesó a los autores intelectuales, a los mediatos, de la criminalidad a gran escala. Pro eso se dolió el puñado de pícaros privilegiados.

Y qué decir del rigor de la ley. Hasta la gestión de Morales sólo lo sentían los desheredados. En el último año se oyó gemir a los mimados de siempre, quejándose de la verticalidad de la señora Fiscal. Eso lo reconoce la nación, ojalá se lo agradezca.

Es necesario acatar el fallo, caso contrario implica levantarse en armas. Puede que sean válidas las tesis jurídicas esgrimidas, como en cada colombiano se desvela un abogado, el país sabrá analizarlas. Pero, quedan varios sinsabores. El primero por poner un palo en la rueda de una gestión que decididamente luchaba contra el crimen y la corrupción, como nunca antes se había hecho en Colombia. Otro es que cuando hay una campaña de la llamada “mano negra” contra la justicia colombiana, como no la había desde los tiempos de Pablo Escobar, sea una alta corte quien termine trancando el esfuerzo más firme, en doscientos años, por superar la impunidad endémica de esta tierra de privilegios e injusticias. Pero, lo más amargo es saber quienes terminan beneficiados.

Porque con esta decisión gana el cartel de delincuentes de cuello blanco y su jauría depredadora de presupuestos. Gana la mafia incrustada en el Estado y ganan los que hicieron alianzas macabras con genocidas para robar tierras, y para hacerse con el poder político. Ganan también los militares sin honor que compran medallas pagándolas con la sangre de compatriotas inocentes. Malandrines de toda laya, agrupados mayoritariamente en la extrema derecha, podrán dormir tranquilos una noche más, la encarnación viviente de la justicia en Colombia fue decapitada. En Colombia nadie vio esto, en el exterior sí: El diario estadounidense The Washington Post dice: “Morales ha molestado a la extrema derecha colombiana, por acusar a una serie de ex colaboradores del ex presidente Álvaro Uribe…”.

No dormirán tranquilos los pobres de Colombia. Los débiles, los humillados y ofendidos, que ven de nuevo diluirse en la borrasca de formalismos sus ilusiones de verdad, justicia, y reparación. Queda postergada la esperanza de tener una justicia justa.

Con ello, se refuerza el imaginario popular de ser un país sin justicia. Creándose la paradoja que una cumbre de la institucionalidad, el Consejo de Estado, sea el que más contribuya a des institucionalizar el país, al resquebrajar, con su fallo, la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Instituciones que cada vez serán menos públicas y más ajenas, peor aun, enajenadas a la criminalidad.


Viviane Morales debería ser de nuevo Fiscal General de la Nación. Es una Fiscal de lujo la que tuvo Colombia. La que se necesita para los tiempos que corren cuando los inmorales nos han igualado. Pero, este es el país donde el deber ser resulta el camino a no seguir. Ya ella renunció a cualquier aspiración. Tiene dignidad. Ojalá los colombianos, que ya conocen un estilo de hacer correctamente las cosas, exijan que se nombre como fiscal a alguien tan competente, tan correcto, y tan valiente, como esta señora fiscal. Dos significante asumidos por ella, porque es toda una señora, toda una fiscal… una Señora Fiscal.

Tomado de CAJA DE HERRAMIENTAS

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