Por Alex Flórez Hernández
En Colombia se ha
instalado una narrativa perversa.
Cuando el
presidente Petro habla con claridad, denuncia o responde, los medios
tradicionales lo presentan como si fuera agresivo o polarizante. O dicen que
incendiario; pero cuando líderes de la oposición lo atacan con insultos,
mentiras, señalamientos que en cualquier otra democracia serían considerados
discursos de odio, eso, apenas lo reseñan como si fuera parte del debate
político.
No se analizan ni
se cuestionan ni se alerta de nada.
Esto no es nuevo,
pero hoy es más evidente que nunca, se ha consolidado una especie de
comunicación paralela. En la que hay una narrativa construida desde micrófonos
privilegiados que buscan deslegitimar al Presidente y aislarlo como si fuera el
causante de todos los males del país.
Mientras tanto,
quienes lo insultan o lo acusan sin pruebas o llaman a la desobediencia
institucional, no son señalados como polarizadores, sino que, al contrario, los
presentan como voces libres o como si fueran valientes.
Un ejemplo claro
es el de la Senadora María Fernanda Cabal, del centro democrático, quien ha
dicho abiertamente, que Pedro es un guerrillero disfrazado, que gobierna con
las disidencias de ELN y que se está llevando al país al caos. Hasta se ha atrevído
a llamarlo dictador. Pero ningún gran medio titula que Cabal está incendiando
El País con un discurso de odio. Solo reproducen sus palabras sin el más mínimo
filtro o contexto.
Algo similar pasa
con la señora Vicky Dávila, que desde su tribuna mediática ha acusado al
presidente Según ella de instigar a la prensa y lo responsabiliza de cualquier
cosa que le pase a ella o a sus aliados políticos. Se han negado a participar
en escenarios de diálogo nacional diciendo que el Gobierno la ataca y su
discurso nunca busca construir ni debatir. Lo único que busca es mantener el
conflicto y alimentar el miedo reforzando su propio lugar como víctima y de
nuevo, los medios no señalan eso como parte del problema ni como un discurso de
odio.
El caso de Efraín
Cepeda creo que yo es el más grave de todos. Este señor, como presidente del
Senado, hundió irregularmente una consulta popular y luego convocó junto 8
partidos a una reunión con los altos mandos militares, excluyendo al jefe
Supremo de la fuerza pública, que es el presidente de la República. Eso sí, es
un hecho inédito y preocupante, pero los titulares no hablaron de un intento de
golpe de Estado de quiebra institucional.
Solo lo contaron
con una nota más, sin alarma ni contexto.
Esto deja en
evidencia que en Colombia no solo se disputa el poder político, también se
disputa quien narra ese poder, quien lo explica, quien lo representa en la
opinión pública.
Desde el primer
día del Gobierno, Petro se ha intentado imponer una imagen de caos,
autoritarismo y desinstitucionalización.
Esa imagen no
corresponde a lo que en realidad pasa, ni a los hechos, sino una estrategia
deliberada de sectores políticos, económicos y mediáticos para deslegitimar al
Gobierno y joderlo desde lo simbólico, incluso antes de que sus políticas
empezarán a funcionar.
Mientras tanto,
los logros que son concretos evidenciables en este Gobierno reciben un
cubrimiento superficial cuando los cubren. ¿Se omiten, ¿no?
No hay ningún
análisis profundo cuando, por ejemplo, el Banco de la República reconoce la
baja sostenida de la inflación, o cuando el peso colombiano se ha mantenido
como una de las monedas más fuertes de la región, o cuando el desempleo cae a
cifras históricas que han llegado a un dígito, o cuando se reduce la pobreza
extrema, gracias a las políticas de transferencia de tierras a gente que nunca
las ha tenido. ¿Entonces la pregunta es, por qué los aciertos del Gobierno
valen tan poco en la conversación pública para los medios, mientras que
cualquier mentira o exageración se vuelve verdad por repetición? El problema no
es que el Presidente hable con firmeza, el problema es para muchos, es que no
se calle.
Que petro no
acepte el libreto del Presidente es un iluso agradecido con una élite que
siempre ha considerado el poder como un privilegio y no como una
responsabilidad, como dice el profesor Omar rincón.
Los medios
dejaron de ser el perro guardián de la democracia para convertirse en unos
perritos dóciles con los poderosos de siempre y agresivos con quienes se
atreven a cambiar las reglas.
Ya no vigilan a
quienes capturaron históricamente al Estado, sino que a quien quiere
democratizarlo así se distorsiona la realidad. Se premia al que grita desde el
privilegio y se castiga al que gobierna del mandato popular, vea usted.
Por eso es
urgente desnudar esta otra comunicación, esa que no informa, sino que
editorializa, que no busca la verdad, sino preservar el status quo, que las
cosas sigan como siempre han sido y que los que tienen privilegios los
mantengan.
Si la democracia
también se construye con palabras, no podemos permitir que las únicas que se
escuchen, sean las de miedo y la mentira. Porque cuando los medios eligen un
bando ya no hay periodismo, hay propaganda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario