lunes, 11 de agosto de 2025

En Colombia se ha instalado una narrativa perversa.

 

Senador Alex Flórez Hernández

Por Alex Flórez Hernández

En Colombia se ha instalado una narrativa perversa.

Cuando el presidente Petro habla con claridad, denuncia o responde, los medios tradicionales lo presentan como si fuera agresivo o polarizante. O dicen que incendiario; pero cuando líderes de la oposición lo atacan con insultos, mentiras, señalamientos que en cualquier otra democracia serían considerados discursos de odio, eso, apenas lo reseñan como si fuera parte del debate político.

No se analizan ni se cuestionan ni se alerta de nada.

Esto no es nuevo, pero hoy es más evidente que nunca, se ha consolidado una especie de comunicación paralela. En la que hay una narrativa construida desde micrófonos privilegiados que buscan deslegitimar al Presidente y aislarlo como si fuera el causante de todos los males del país.

Mientras tanto, quienes lo insultan o lo acusan sin pruebas o llaman a la desobediencia institucional, no son señalados como polarizadores, sino que, al contrario, los presentan como voces libres o como si fueran valientes.

Un ejemplo claro es el de la Senadora María Fernanda Cabal, del centro democrático, quien ha dicho abiertamente, que Pedro es un guerrillero disfrazado, que gobierna con las disidencias de ELN y que se está llevando al país al caos. Hasta se ha atrevído a llamarlo dictador. Pero ningún gran medio titula que Cabal está incendiando El País con un discurso de odio. Solo reproducen sus palabras sin el más mínimo filtro o contexto.

Algo similar pasa con la señora Vicky Dávila, que desde su tribuna mediática ha acusado al presidente Según ella de instigar a la prensa y lo responsabiliza de cualquier cosa que le pase a ella o a sus aliados políticos. Se han negado a participar en escenarios de diálogo nacional diciendo que el Gobierno la ataca y su discurso nunca busca construir ni debatir. Lo único que busca es mantener el conflicto y alimentar el miedo reforzando su propio lugar como víctima y de nuevo, los medios no señalan eso como parte del problema ni como un discurso de odio.

El caso de Efraín Cepeda creo que yo es el más grave de todos. Este señor, como presidente del Senado, hundió irregularmente una consulta popular y luego convocó junto 8 partidos a una reunión con los altos mandos militares, excluyendo al jefe Supremo de la fuerza pública, que es el presidente de la República. Eso sí, es un hecho inédito y preocupante, pero los titulares no hablaron de un intento de golpe de Estado de quiebra institucional.

Solo lo contaron con una nota más, sin alarma ni contexto.

Esto deja en evidencia que en Colombia no solo se disputa el poder político, también se disputa quien narra ese poder, quien lo explica, quien lo representa en la opinión pública.

Desde el primer día del Gobierno, Petro se ha intentado imponer una imagen de caos, autoritarismo y desinstitucionalización.

Esa imagen no corresponde a lo que en realidad pasa, ni a los hechos, sino una estrategia deliberada de sectores políticos, económicos y mediáticos para deslegitimar al Gobierno y joderlo desde lo simbólico, incluso antes de que sus políticas empezarán a funcionar.

Mientras tanto, los logros que son concretos evidenciables en este Gobierno reciben un cubrimiento superficial cuando los cubren. ¿Se omiten, ¿no?

No hay ningún análisis profundo cuando, por ejemplo, el Banco de la República reconoce la baja sostenida de la inflación, o cuando el peso colombiano se ha mantenido como una de las monedas más fuertes de la región, o cuando el desempleo cae a cifras históricas que han llegado a un dígito, o cuando se reduce la pobreza extrema, gracias a las políticas de transferencia de tierras a gente que nunca las ha tenido. ¿Entonces la pregunta es, por qué los aciertos del Gobierno valen tan poco en la conversación pública para los medios, mientras que cualquier mentira o exageración se vuelve verdad por repetición? El problema no es que el Presidente hable con firmeza, el problema es para muchos, es que no se calle.

Que petro no acepte el libreto del Presidente es un iluso agradecido con una élite que siempre ha considerado el poder como un privilegio y no como una responsabilidad, como dice el profesor Omar rincón.

Los medios dejaron de ser el perro guardián de la democracia para convertirse en unos perritos dóciles con los poderosos de siempre y agresivos con quienes se atreven a cambiar las reglas.

Ya no vigilan a quienes capturaron históricamente al Estado, sino que a quien quiere democratizarlo así se distorsiona la realidad. Se premia al que grita desde el privilegio y se castiga al que gobierna del mandato popular, vea usted.

Por eso es urgente desnudar esta otra comunicación, esa que no informa, sino que editorializa, que no busca la verdad, sino preservar el status quo, que las cosas sigan como siempre han sido y que los que tienen privilegios los mantengan.

Si la democracia también se construye con palabras, no podemos permitir que las únicas que se escuchen, sean las de miedo y la mentira. Porque cuando los medios eligen un bando ya no hay periodismo, hay propaganda.

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