jueves, 1 de marzo de 2018

Hay quienes temen que al votar por Petro le quiten lo que no tiene.



El taxista no tiene trabajo, ni tierras, ni propiedades; sus hijos están igual. Prefiere votar por el que diga Uribe, para que la izquierda no le quite lo que no tiene.
Por Jorge Guebely
Bastó subirme a un taxi para comprobar que Bakunin tenía razón: La ignorancia es el terreno adecuado para construir dioses y estados. (Ver ‘Dios y El Estado”). Apenas acomodado en la silla trasera, el conductor me invitó a votar por el Centro Democrático. Confesó que él mismo lo haría porque representaba mejor sus intereses.
“Tal vez usted sea”, le dije, “un terrateniente clásico que paga pocos impuestos y conduce taxis para desestresarse del campo”. “No, señor”, contestó. “Ni siquiera tengo dónde vivir. Toda mi vida he pagado arrendamiento”.
“Ajá”, exclamé. “Entonces, debe ser un empresario, con más de 50 taxis, y conduce para conocer el oficio”. “No, señor”, contestó. “Ni siquiera éste es mío. Todas las noches pago una cuota al propietario que sí tiene más de 50 unidades”.
“Ajá. Entonces, usted debe tener un hijo uribista, esos que llaman ‘lagartos’, con buen cargo, y por eso vota por el Centro Democrático. “Para nada. Tengo tres hijos, uno incluso es abogado, y todos están desempleados. De vez en cuando, uno trabaja en la construcción”.
“Ajá. Entonces, debe recibir un subsidio para pobre otorgado por Uribe mientras otorgaba ricas prebendas económicas para ricos”. “No, señor”, respondió. “Nunca he recibido subsidio de ningún presidente. Ni liberal, ni conservador, ni de ninguno de los nuevos partidos de garaje”.
“Entonces, si no obtiene ningún beneficio físico del Centro Democrático, ¿por qué vota por esa colectividad?”. “Porque no hay que ser materialista”, contestó el taxista. “Hay que ser patriótico. Hay que defender la patria de las injerencias externas”.
“¿Acaso Colombia está en peligro de una injerencia externa?”, pregunté. “¡Claro que sí!”, contestó. “¿Acaso usted no lee periódicos?”.
“Sí. Pero no sabía nada de la injerencia externa”. “Pues sí. El castrochavismo”, me aclaró. “Baste que gane Timochenco, o Petro, o Fajardo, y se nos entra el castrochavismo. Y eso será el fin de nuestra patria”.
“¿Por qué?”, pregunté. “Porque todos esos bandoleros de la farc tendrán los mejores cargos del país. Muchos de ellos recibirán un salario que pagaremos con nuestros impuestos. Incluso, a nosotros nos quitarán los taxis para dárselos a ellos. Y también…
Y mientras el conductor tejía sus argumentos, me acordé de la ignorancia. De lord Kames quien la consideraba como ‘la madre del miedo’; y de Balzac: como ‘la madre de todos los crímenes’; y de Bakunin: como ‘la podredumbre propicia para construir iglesias y estados’; y de Sócrates: como ‘el único y verdadero infierno de cada hombre en la Tierra’. Y me acordé también de los tantos infiernos que pululan en Colombia.
"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales". Bertolt Brecht.

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