Investigadores insisten, en que se necesita unir esfuerzos entre universidades, empresa privada y entidades gubernamentales para que estos desarrollos científicos salgan de los laboratorios y se conviertan en macroproyectos de desarrollo económico y cuidado ambiental.
El relleno sanitario: una gran mina de aluminio
Federico Millán y Diana Sánchez iniciaron una investigación como parte de la Maestría de Ingeniería - Materiales y Procesos de la Universidad Nacional, con el ánimo de que los residuos se conviertan en una oportunidad de negocio y de aprovechar uno de los materiales más comunes en los hogares y las industrias: el aluminio.
“Los científicos denominan a los rellenos sanitarios como minas de aluminio. Es decir, los países que no producen aluminio como Colombia, que no tenemos minas de bauxita (Roca blanda formada principalmente por hidróxido de aluminio) podríamos dejar de importarlo solo reaprovechando lo que se va al relleno”, aseguró Millán.
En 2011, según la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP), de las 2.350 toneladas por día de desechos residenciales que se generaron en Bogotá, el 0,85% eran residuos metálicos y el 0,14% aluminio. Esto quiere decir aproximadamente 3,29 toneladas de aluminio fueron enterradas bajo tierra en el relleno sanitario Doña Juana.
“Diariamente, el país invierte cada vez más en traer piezas de aluminio porque aquí no las producimos, pero las necesitamos. Estamos perdiendo la oportunidad de crear un negocio que sea viable para toda la sociedad”, afirma Millán. La propuesta realizada por los investigadores consiste en dos acciones principales: primero mejorar la cadena de recolección del material y segundo, probar diferentes combinaciones de chatarra para hacer una reutilización cada vez más eficiente y útil para la industria.
La clave está en reducir los eslabones de recolección y comercialización de chatarra, con el fin de que los recicladores tengan mejores ingresos y las empresas recuperadoras de aluminio tengan mejores precios para obtener la materia prima.
“Al lograr capturar desde la fuente, es decir, desde las casas o la industria los residuos, se evita tener que escarbar en la caneca. Si se captura desde la fuente están limpios, le evita a los recicladores cortarse un dedo o pincharse por buscar el material y también se amplía el tiempo de vida útil de los rellenos sanitarios”, explicó Millán.
Teniendo en cuenta que el mecanismo más común para reutilizar el aluminio es la fundición, se está experimentando con diferentes combinaciones de aluminio con otros elementos para tener estándares cada vez más elevados y versátiles, por ejemplo, para realizar manijas, perillas, ollas, entre otros elementos comunes que tienen como materia prima este material.
“El reciclaje de aluminio por fundición produce el 5% de las emisiones que genera el método tradicional químico de convertir bauxita, que se saca de las minas”, dijo Millán, quien afirmó además que la explotación de la bauxita en los países productores genera graves problemas como la deforestación.
“El aluminio no se degrada, sino que contamina, entonces estamos perdiendo por dos lados, el económico y el ambiental”, puntualizó Millán.
De llantas a purificadores de agua
Las llantas son unos de los desechos que generan más problemas en la capital, pues al no descomponerse naturalmente y ser arrojadas al aire libre se convierten en el hogar de roedores e insectos. Por esto, el grupo de investigación de sólidos porosos y calorimetría de la Universidad de Los Andes trabaja desde el laboratorio para brindar una alternativa de reutilización.
El proceso que han desarrollado convierte el polímero (caucho) en carbón activado, un material que tiene varios usos químicos, médicos y científicos, pero que principalmente se utiliza para purificar cuerpos de agua. El carbón actúa como una especie de filtro que retiene materiales como el plomo, el mercurio o el zinc, que usualmente se encuentran en las aguas contaminadas.
“¿Qué hacemos? Triturar las llantas, luego se pueden hacer dos pasos, o separar previamente el acero o se pone en un horno donde bajo ciertas condiciones se eleva la temperatura, se recoge lo que sale, se condensa y se separa el acero y el sólido que voy a trabajar”, dice Juan Carlos Moreno Piraján, director del grupo.
Un kilo de carbón activado base puede costar en el mercado $10.000, si se trabaja para que retenga un material específico como el mercurio, puede costar cuatro veces más. Actualmente, la industria colombiana importa este material. “Estamos quitando un problema ambiental y al lado se está generando empleo”, afirmó Moreno Piraján.
Para el director de este grupo conformado por profesores y estudiantes, el papel de las universidades es poner el conocimiento en función de los problemas y las necesidades de la sociedad, buscando soluciones para que cada día los ciudadanos tengan una mejor calidad de vida.
“Las universidades ya superaron la etapa en la que se hacían investigaciones porque sí. Hoy en día se tiene un noción de usar bien los recursos y que en un futuro tengan una repercusión en la sociedad”.
El grupo, que trabaja de la mano con el laboratorio de calorimetría de la Universidad Nacional, sigue experimentando con nuevos usos del carbón activado y nuevas formas de obtenerlo, por ejemplo, de elementos PET, como las botellas de plástico o los cd’s.
Cada año en Bogotá, alrededor de tres millones de llantas son arrojadas a las vías públicas y botaderos al aire libre.
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