Es una de las 44 mujeres transgénero y 277 jóvenes LGBTI vinculados y vinculadas a la estrategia Jóvenes en Paz del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (Idiprón) durante los últimos dos años.
Tania tiene 27 años y hasta hace 18 meses ejerció la prostitución en el centro de Bogotá. De esa actividad obtuvo sus ingresos desde los 13 años, también en Neiva (Huila) y Florencia (Caquetá).
Fue la época en la que decidió irse de su casa porque su mamá no aprobaba que quisiera ser mujer habiendo nacido niño; menos, que desde tan pequeño lo hubiera reconocido y aceptado. “Me dí cuenta desde que era muy niño y jugaba con mis amigos”, dice.
A principios de 2014 escuchó en el barrio Santafé, centro de Bogotá, a un funcionario del Idiprón que hablaba de un proyecto de la administración del alcalde Gustavo Petro para “chicas trans”, y decidió ingresar.
“Me llamó la atención porque quería cambiar de ambiente, salir de la rutina de estar allá todo el día parada, de no saber si haces dinero…y también por mi familia porque no me aceptaba por mi condición, y porque ejercía la prostitución y consumía ciertas drogas”, afirma Tania.
Hoy su perspectiva de la vida ha cambiado. Se graduará del colegio del Idiprón en septiembre próximo –solo había estudiado hasta noveno- y está decidida a ingresar al Sena a formarse en Recursos Humanos. También quiere tener un negocio propio de postres porque le gusta cocinar y una casa propia para vivir al lado de su pareja.
Todo ha hecho que su familia la acepte totalmente “soy otra vez el hijo o la hija que tenían antes, que ya no se prostituye, ya no consume drogas, ya no roba, ni nada de esas cosas”, dice con satisfacción. Antes consumía marihuana, perico, pepas, poper e incluso pegante. Hoy asegura consumir solo licor cuando sale a rumbear “y nada más”.
En la cédula de ciudadanía aún no aparece su nombre identitario, el que le gusta, con el que se identifica: Tania -aunque solicitó el cambio hace un año en la Registraduría, según dice. Tampoco el género, porque no ha hecho el trámite en notaria, que fue aprobado por ley hace poco.
Eso no impide que esté agradecida con la vida y con el Idiprón. “Solo quiero darles gracias, me abrieron una puerta que nunca imaginé y me ha servido para mucho con mi familia, cambió mi vida, tengo nuevas amistades, me ha servido para ser otra persona diferente, para ver el mundo de otra manera …hoy me sostengo del Idiprón y de la ayuda de mi pareja, gracias a Dios”, enfatiza.
Tania se siente bien tratada en el Portal Eldorado de Transmilenio donde trabaja y ayudó a otras 20 mujeres trans a salir de la prostitución y a vincularse al Idiprón.
El orgullo de ser transgénero se refleja en la expresión tranquila de su rostro maquillado con esmero, en su pelo ondulado bien cuidado, en su forma lenta de caminar y hablar; hasta parece poco alterada con el miedo que alcanza a sentir por su futuro: “uno no sabe qué pueda pasar…en el Idiprón uno puede estar hasta los 28 años…esperar el nuevo alcalde con que nuevos proyectos viene”.
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