Cuando la Corte Constitucional aprobó la adopción igualitaria en Colombia
Por: Diana Cifuentes.
Lo invito a pensar por un momento en el bien más preciado que tenga, ese al que más esfuerzo y sacrificios ha dedicado, el que más alegría y orgullo le despierta, ese bien en el que incluso, más dinero y tiempo ha invertido. Sin lugar a dudas, no habrá objeto, auto, propiedad inmueble o empresa que se ajuste más a los requisitos nombrados que uno de los integrantes de su familia, ya sean sus hijos, padres, su esposa, abuelos, primos, tíos, hermanos, etc, es más valioso que todas sus posesiones”.
La familia es el primer ladrillo de la sociedad y la piedra angular del ser humano. La familia es la raíz de toda persona, de donde viene y hacia donde va, es donde se forma y donde forma, donde nace y con suerte, donde muere.
Por definición técnica, según el Instituto Interamericano del Niño, la familia es un conjunto de personas que conviven bajo el mismo techo, organizadas en roles fijos, es decir, padre, madre, hermanos, etc, con vínculos consanguíneos o no, con un modo de existencia económico y sociales comunes, incluso con sentimientos comunes que los unen y aglutinan. De hecho, si se profundiza filosóficamente el tema, la familia constituye la esencia de los hombres y las mujeres, porque es allí donde se moldean deseos, temores, conceptos y por supuesto, gustos y preferencias. Entonces el niño se forma como hombre en el seno de su familia, de allí obtiene sus valores y su seguridad para afrontar el mundo.
Este profundo concepto, históricamente se ha fortalecido como concepto y como cimiento de la sociedad. Sin embargo, como la mayoría de nuestros cimientos ha sido desdibujada, impuesta y silenciada por quienes entienden que para manipular a la sociedad y conseguir el poder, necesitan remitirse a sus raíces, precisamente, a la familia.
Resulta curioso que el lugar donde se resguarda el origen del ser humano, se haya definido hasta nuestros días por una serie de restricciones impuestas; la familia se ha entendido como una unión única entre dos seres de sexos opuestos que se reproducen y conviven. Es incoherente si recordamos que Colombia es uno de los países del mundo en el que la gente menos se casa y donde el 40% de los niños crecen con personas distintas a sus padres. Antes de concluir que la familia está en crisis en el país remitámonos a la práctica.
El pasado 4 de noviembre, con un memorable resultado de 6 votos a favor frente a 2 en contra de la ponencia del magistrado Jorge Iván Palacio, la Sala Plena de la Corte Constitucional dio vía libre a la adopción para las parejas integradas por personas homosexuales. “Según la Constitución, los tratados internacionales sobre derechos humanos, la jurisprudencia internacional y la jurisprudencia de esta Corte, la orientación sexual de una persona o su sexo no son por sí mismos indicadores de falta de idoneidad moral, física o mental para adoptar”, sostuvo la magistrada María Victoria Calle, quien dio a conocer el fallo.
Por disposición de la Corte, las parejas que deseen adoptar deberán someterse al mismo proceso al que se someten las parejas heterosexuales, los derechos del niño seguirán protegiéndose y se seguirá buscando su mayor beneficio y bienestar. Reconocer a las personas homosexuales como seres tan capaces como los heterosexuales para educar un hijo, no los ubica en ninguna situación de ventaja, solo les permite acceder a derechos que antes no tenían.
Para la comunidad LGBTI es reconfortante ver el resultado de la lucha incansable por el reconocimiento de sus derechos; aunque una noticia como ésta, además de tardía revela una clara disociación entre la administración y la realidad social. Las familias diversas, no tradicionales en Colombia existen desde siempre y que solo después de tantos años se reconozcan sus derechos es lamentable. La familia tradicional, producto del matrimonio católico es una muy respetable y común opción, pero no por ello, única.
Es irrisible que nuestros conceptos, nuestras perspectivas y ocasionalmente, las leyes se ajusten a un único de familia, cuando en la practica conocemos tantos otros tipos como la familia de hecho, la unión libre, la relación esporádica, el madresolterismos y el concubinato y solo por nombrar unos, porque le aseguro que en su propio barrio, o incluso en su propia casa usted encontrará diversidad y nuevas formas de contradecir lo que el Estado propuso como familia colombiana por años. Esa diversidad (que no solo se limita a condición sexual) no nos hace menos capaces, no nos limita, solo nos diferencia, y ese es el mensaje de la lucha que se ha librado estos años en el país. La igualdad se debe encontrar en los derechos, en la libertad, en el anhelo de felicidad.
Tal vez no necesitábamos tantas leyes, ni ponencias, ni etiquetas elitistas, tal vez era suficiente con reconocernos como seres humanos libres, dignos de derechos, seres con capacidades, pensamientos y preferencias diversas; diferencias que no deberían enfrentarnos porque en esencia solo nos enriquecen como sociedad, como humanidad.
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