Julio 29 de 2012. Tres cuartas partes de su vida la pasa luchando para movilizarse por las vías de la capital del país. Cuando tenía doce años, en la casa que actualmente habita en el barrio Egipto, en las faldas de los cerros orientales, explotó un negocio artesanal de pólvora donde perdió sus dos piernas.
Es William Pérez, un bogotano que hace poco cumplió cuarenta años movilizándose por la ciudad en Silla de Ruedas. Buen conversador y amiguero total. Está feliz por estos días debido a la puesta en funcionamiento de la troncal de la Calle 26. No es para menos. Mientras hasta hace pocos días el recorrido entre la salida de la casa y la llegada al trabajo y viceversa, se demoraba cerca de ocho horas, ahora se reduce a la mitad, aproximadamente.
“Nunca me ha quedado grande nada en la vida. Me ha tocado hacer de todo. Tengo cinco hijos y estoy recién separado. Hay que echar para adelante”. Con este espíritu emprendedor y alegre de su rostro, William Pérez se presentó en el programa de empleo de la fundación “Arcángeles” en el Centro Comercial Estación.
Hace cinco años trabaja feliz como celador en el Centro Comercial, no sólo porque tiene estabilidad económica, sino porque a sus 52 años es una persona productiva a pesar que debe realizar un penoso viaje de ida y regreso de domingo a domingo.
Antes que entrara en funcionamiento la Estación de El Salitre-Greco de Transmilenio, William tenía que salir rápido del Centro comercial para que no cogiera la noche braseando rueda por las empinadas calles del barrio Egipto.
El viacrucis comienza a las cinco de la tarde con una caravana de empleados en silla de ruedas que se desplazaban por la Calle 26 al oriente hasta la Carrera 50 para posteriormente llegar a la Avenida Las Américas donde aborda la ruta F1 que lo lleva a la Estación de la Mariposa, en pleno centro de la ciudad. Cuando se baja en San Victorino son las siete de la noche. Comienza el calvario. Ningún transporte público hace pare. “Si para usted es difícil abordar un bus, imagínese yo”. Resignado comienza a esquivar carros y peatones hasta llegar al filo de las ocho y treinta de la noche a casa después de un recorrido de tres horas y media. “En muchas ocasiones los vecinos me ayudan un poco”. La misma operación le toca hacer en las mañana, pero como es en bajada pues se demora en su recorrido media hora menos.
“El funcionamiento de la estación El Salitre-Greco me evitó una posible sanción porque, no solo ahora llego temprano, sino que puedo dormir un poco más o estar en familia”, dice sonriente, William Pérez, quien se muestra complacido por el nuevo servicio.
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