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viernes, 3 de julio de 2015

"EL DAS DEBE CONVERTIRSE EN UN SITIO DE MEMORIA": ANA TERESA BERNAL


Invitados por la Conferencia Episcopal Alemana, un grupo de colombianos, entre los cuales se encontraba un grupo significativo de obispos, asistió al taller colomboalemán ‘Verdad, justicia, reconciliación’, dedicado a hablar de la importancia que reviste en los procesos de paz el afrontamiento de un pasado lastrado por la violencia.

* El Estado alemán no escatima recursos para hacer de cada lugar en donde se produjo dolor y sufrimiento humano un lugar de memoria.

Bogotá, DC, Julio 3 de 2015

Invitados por la Conferencia Episcopal Alemana, un grupo de colombianos, entre los cuales se encontraba un grupo significativo de obispos, asistió al taller colomboalemán ‘Verdad, justicia, Reconciliación’, dedicado a hablar de la importancia que reviste en los procesos de paz el afrontamiento de un pasado lastrado por la violencia.

La Consejera de Victimas del distrito, ANA TERESA BERNAL, hizo parte de la delegación. Nos compartió su propuesta y opinión respecto al tema de la memoria, que está en auge en el mundo y en los países donde los conflictos han permeado el tejido social: 


Alemania es un país que ha vivido profundamente la guerra, por eso saben de víctimas, saben de reparación, pero sobre todo saben de memoria. El Estado alemán no escatima recursos para hacer de cada lugar en donde se produjo dolor y sufrimiento humano, causado por los extremos del nazismo o del comunismo y las violaciones de los derechos humanos, un lugar de memoria.

Visitamos la cárcel donde la Stasi encerraba a la oposición y se producían sufrimientos psicológicos a quienes se pensaba que eran opositores; visitamos uno de los campos de concentración del régimen de Hitler en donde se infligieron los más crueles y aberrantes tratos a los judíos, los gitanos, los homosexuales, los artistas, para intentar el exterminio total de la diferencia.

Como si el tiempo no hubiera transcurrido, cada lugar sigue intacto: los sitios de tortura y exterminio, como eran; los campos de concentración nazis, los archivos y los muebles de la década del 70 en los lugares de actuación de la Stasi, desde donde se vigilaba a los que se creían opositores. 

En cada uno de esos puntos hay equipos especializados de profesionales que hacen el recorrido contando la historia; también hay algunos sobrevivientes vinculados a este ejercicio de memoria. Millones de visitantes pasan por estos lugares, muchos extranjeros, pero lo que más vimos fueron grupos de estudiantes de colegios.

Cuando uno pregunta cuál es la razón para que todo esté intacto y el Estado disponga tantos recursos para la memoria, la respuesta es: para que no se vuelva a repetir, y por el Estado de derecho y la democracia. ¡Contundente! Si no se aprende del pasado, la vida, la libertad y los derechos corren riesgos.

De regreso a Colombia, pensando en lo visto, me preguntaba: ¿cuánto camino nos falta por recorrer ahora que estamos esperanzados en la paz? Es cierto que se han abierto camino grupos de memoria públicos y privados, que existe en Bogotá un dinámico Centro de Memoria, que está aprobado por el Gobierno Nacional construir el Museo Nacional de la Memoria.

Pero ¿qué tanto seremos capaces de reconocer ese pasado? ¿Se recordará la época aciaga del gobierno que creo el Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), ubicado en la calle 12 con carrera 3.ª, en donde torturaban a la gente? ¿Será que alguna vez el edificio del DAS estará dedicado a la memoria de lo que fueron las interceptaciones y seguimientos a la oposición? ¿Lo serán también las caballerizas de Usaquén en las que también se torturaba a los presos políticos? ¿Se convertirán en lugares de memoria los hornos crematorios de Mancuso o todos los pueblos masacrados por los paramilitares? Y, más aún, pensaba: ¿los lugares de la selva donde habitaron los secuestrados por la guerrilla lo serán? ¿Qué tanto estamos dispuestos a dar a conocer la historia del conflicto y de la guerra para que no se vuelva a repetir?

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