sábado, 20 de febrero de 2016

Sin el ELN, una paz coja

Antonio Madariaga Reales
 Director Ejecutivo Corporación Viva la Ciudadanía
 
  
 El ensombrecimiento de la imagen de Camilo Torres Restrepo, con todo lo malo que eso nos puede parecer a quienes consideramos que la categoría de cura guerrillero es la que menos lo define, es el menor de los males de la reciente escalada militar del ELN.
El pretexto de la conmemoración de los 50 años de la muerte de Camilo, el 15 de febrero de 1966 en Patio Cemento, en combate con tropas de la Quinta Brigada de Bucaramanga, dirigidas por el coronel Álvaro Valencia Tovar, sirvió para dar una muestra de la incapacidad del ELN para leer de manera adecuada el momento político por el que atraviesa el país y de manera particular la coyuntura por la que atraviesan los diálogos exploratorios con el Gobierno Nacional y mostrar una cara militar que lejos de representarle ventajas militares y políticas aumentó el escepticismo en las posibilidades reales de una negociación con el ELN que conduzca al fin del conflicto.
En efecto, las acciones del ELN, además de aquellas que demostraron la no consideración del carácter no combatiente y protegido de la población civil, sólo sirvieron para que en buena parte de la opinión se cargara al ELN con la responsabilidad por la crisis de los diálogos.
Las versiones de las razones de la crisis de los diálogos exploratorios se multiplican. Desde las más simples; dificultades en los canales de comunicación en la que algunos dicen que al ELN el gobierno no los busca, a quienes dicen que el gobierno los busca y ellos no aparecen, hasta las más complejas; que dicen involucrar los problemas internos de la coalición de gobierno de Venezuela, pasando por las características de personalidad y posibles inquinas entre los negociadores de uno y otro lado, como dicen otros; hasta las tensiones internas en las partes, en las que la influencia del Domingo Laín es un obstáculo para la negociación se afirma por unos y que Santos rechazó la agenda que ya negoció Frank Pearl aseguran otros. Que la trilateral, ELN, EPL post Megateo y FARC es la verdadera razón por la que no se negocia sostienen algunos, que no que la decisión del gobierno de humillarlos y considerarlos el hermanito menor de las FARC es la verdadera razón, ripostan otros, en fin que esto y aquello otro.
Cualesquiera que sean las razones, e inclusive que sean todas las anteriores y unas cuantas más, lo que si resulta seguro es que hay que superarlas, porque sin el ELN, la paz estará coja y una paz coja no es ni sostenible ni duradera.
Los riesgos de una paz sin el ELN son múltiples. La persistencia de la guerra, además del daño directo a las comunidades que la padecen, se convertiría en un obstáculo mayúsculo para la implementación de los acuerdos de La Habana, en tanto fortalece las posturas y prácticas de quienes desde las fuerzas militares impulsan un ejército en guerra contra el “enemigo interno”, justificaría el exagerado gasto en seguridad y defensa que resta recursos para la garantía de derechos, generaría evidentes riesgos de seguridad para los miembros de las FARC en tránsito a militantes políticos sin armas y podría, se dice que ya está ocurriendo en algunas zonas, estimular el deslizamiento de algunos miembros de las FARC hacia el ELN.
Si el panorama anterior parece negativo, la no negociación con el ELN tendría además un efecto perverso en los contenidos mismos de los acuerdos en la medida que impediría que el norte político del fin del conflicto que no es otro que el tránsito a una democracia profunda, en la que la promesa del Constitución de 1991, del Estado Social y Democrático de Derecho, se haga cierta.
Un bloqueo a esa perspectiva de transformación, a esa ilusión de amplísimos sectores de la población colombiana, significaría desperdiciar una oportunidad histórica difícilmente repetible a corto y aun a mediano plazo.
Para quienes creemos que el momento histórico demostró suficientemente la imposibilidad de la toma del poder por las armas y la insostenibilidad de un régimen político de democracia incompleta y capturada; para quienes creemos que el ELN es útil en la lucha política abierta impulsando la participación social que reclama; para quienes creemos que quitándole la excusa de la subversión los detentadores del poder tendrán que dar paso a estructuras políticas y a comportamientos políticos propios de la democracia, ir decididamente hacia la negociación con el ELN es sustancial.
Ninguna razón justifica tirar por la borda el camino andado y los avances logrados. No hay política, ética ni militarmente suficientes argumentos para proseguir el enfrentamiento militar.
Corresponde al gobierno y al ELN, revestirse de grandeza, superar los obstáculos y de una vez por todas iniciar la negociación pública. Desde esta orilla continuaremos con nuestra disposición de ayudar en lo que sea necesario y posible para que ello se haga realidad.
CODA: Los avances recientes en la adopción de parejas del mismo sexo, y en la lucha contra la discriminación por preferencias y orientaciones sexuales sufren duro golpe con la actuación proterva del Procurador y la inquina irreflexiva de Vicky Dávila. Ojalá haya pronto buenas noticias de la Corte Constitucional en la decisión sobre matrimonio igualitario.
Tomado de Edición 483 – Viva la ciudadanía, Semana del 19 al 25 de Febrero de 2016

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