jueves, 30 de julio de 2015

Los violinistas de Ciudad Bolívar

Conozca la historia de 45 niñas y niños que, al sur de la ciudad, han aprendido a deslizar con maestría el arco sobre las cuerdas de este vibrante instrumento, introduciéndose en el apasionante universo de la música clásica. Esta es la Jornada Completa de Bogotá: una política que está transformando realidades a través del arte.


Borrar el estigma de que el violín es un instrumento elitista y romper el paradigma de que la música clásica es un gusto reservado solo para las ‘personas más cultas’, han sido los principales retos que Julio César Bautista, Javier Páez y todo el equipo de maestros de música del colegio Rafael Uribe Uribe han tenido que asumir para convertir esta institución de la localidad de Ciudad Bolívar en un espacio donde la música es un componente fundamental en la formación de los estudiantes. 

En medio del bullicio del barrio Lucero Alto, detrás de las estridentes rancheras y reguetones que salen de los establecimientos comerciales, se alcanzan a escuchar los tenues acordes de violín que provienen del colegio y que antes no eran comunes en las montañas de Ciudad Bolívar. Es sábado, pero hay gran actividad porque decenas de niñas, niños y jóvenes acuden a los centros de interés que, gracias a la Jornada Completa de Bogotá, ofrece esta institución.

En uno de los salones, un grupo de 15 niños que no superan los 9 años entona dulces melodías con el violín. Con destreza y un tanto de admiración, los pequeños sostienen este delicado instrumento que por mucho tiempo estuvo reservado para los conservatorios y los colegios más exclusivos.
                                                                                                                        
Hace cuatro años, desde que el maestro Bautista llegó a la institución, él y sus colegas se han encargado de que los estudiantes le pierdan el miedo y la prevención al instrumento, que se familiaricen con él y que entiendan que ellos, como cualquier otra persona, pueden interpretarlo y convertirlo en un medio para expresarse. 

Aquí les enseñamos a los chicos que la música clásica no es un gusto excéntrico de los ricos o de cierto grupo de gente, sino que es la puerta de entrada hacia un mundo de posibilidades ilimitadas, donde los chicos pueden lograr ser lo que ellos deseen. La música es un lenguaje, es otra forma de comunicarse con los demás que abre todo tipo de opciones pedagógicas y formativas”, comenta el profe Javier Páez, quien se encarga de impartir teoría musical y se declara un convencido de que el violín, la música clásica y la cultura deben ser accesibles a todos sin distinción.

Son 45 niñas y niños, entre los 5 y los 14 años, quienes optaron por aprender a tocar violín para formarse integralmente. Además de esta alternativa musical, los estudiantes de esta institución también pueden integrar la banda de guerra, que es una de las más reconocidas entre los colegios del Distrito, el grupo de danza o la banda de rock.

Todo esto ha sido posible a través de la Jornada Completa de Bogotá, una política que hizo de la formación integral y la educación pública de calidad una realidad en los colegios oficiales de la ciudad. 

La música está profundamente arraigada en esta institución que, gracias a la gestión de la rectora Ligia Sofía Ramírez y al apoyo incondicional de los padres de familia, se ha convertido en uno de los referentes de educación musical entre los colegios públicos de Bogotá. La música, dicen ellos, es una herramienta que ayuda a formar estudiantes mejor preparados y más sensibles frente a las artes y las humanidades.   

No hay que temer al instrumento
Atraer a los estudiantes, llamar su atención y sobre todo hacer que le pierdan el miedo a un instrumento refinado y elegante, han sido las claves del éxito en esta experiencia educativa.

“Mi estrategia es acercar a los chicos a la música clásica de una manera espontánea. Primero escuchas, después tocas y ves que sí lo puedes hacer. Cuando te das cuenta, estos niños ya hablan de Bach y Mozart. Aprender a tocar un instrumento es como cuando te vas a un país extranjero a estudiar una lengua diferente: primero no aprendes a escribirlo, sino que aprendes a hablarlo y con el tiempo desarrollas las otras habilidades”, comenta el profesor Julio César Bautista.

Muestra del éxito de esta estrategia es Paula Andrea Guerrero, una pequeña de ojos saltones y mejillas enrojecidas, que en el salón está practicando las notas de Estrellita, la canción que preparan desde hace un tiempo en la clase. La niña de 9 años para un momento, respira profundo, ubica su centro de equilibrio posando el arco del violín en la punta de la cabeza y retoma. Su concentración y propiedad a la hora de ejecutar el instrumento contrastan con su corta edad.

“Siempre me pareció muy chévere ese instrumento, pero no sabía cogerlo y ni siquiera sabía cómo se llamaba… Yo decía que era ‘una guitarrita con un cosito’. Cuando abrieron el curso me metí de una. Desde la primera vez me gustó mucho y cada vez que nos prestan los violines practico todo lo que puedo, no importa que toque madrugar y que sea sábado”, dice Paula Andrea, quien le pone todo el empeño a las lecciones porque quiere audicionar en un concurso de talento infantil de la televisión.

“Hay niños que tienen violines y yo digo “tan chévere”. Me gustaría tener uno para poder enseñarles en mi casa cómo es y cómo se toca. Pero ya estoy ahorrando la plata que me dan mis papás para las onces para comprarme un violín. Tengo un primo que es odontólogo y que trabaja en el centro, que me dijo que me acompañaba a comprarlo”, dice convencida la pequeña.

Aunque apenas lleva unos meses tomando lecciones, Paula Andrea ya muestra grandes progresos con este instrumento. Se ha enamorado de la música y del violín, y cada vez que tiene la oportunidad le saca todo el jugo. Se nota que le gusta mucho y, aunque lo trata con cuidado y respeto, se divierte tanto tocando que parece estar jugueteando con él.

Esa es justamente la estrategia pedagógica implementada por el profesor Julio César para enseñar a las niñas y los niños de este colegio a interpretar el violín. Para él, aprender a tocar un instrumento debe ser una experiencia exploratoria y lúdica que sea atractiva. Por eso, antes de la primera lección, los estudiantes conocen las partes del instrumento, lo tocan, se familiarizan con él y así le van perdiendo el miedo y la prevención.

“Lo principal para que el chico se enamore del instrumento y del género musical, que es tan difícil de escuchar, es demostrarle, desde el principio, que puede tocarlo. Si se dilata el aprendizaje con toda la teoría, el estudiante se aburre y se va. En cambio, si desde que coge el violín por primera vez puede interpretarlo, queda enganchado y logra darse cuenta de que la música no es solamente lo que las emisoras ponen, sino que hay muchas más cosas”, comenta el profesor Julio César.

Además, para este maestro es claro que solo la exploración del instrumento permite que el estudiante conozca su sonoridad y funcionamiento. “Eso hace que uno descubra cosas y le pierda el miedo, lo que es muy importante porque muchas veces la mayor limitante para aprender no es la capacidad, si no el temor de hacerlo. Si ellos exploran por su cuenta, tocan, buscan y hacen ruido, van a encontrar cosas nuevas que también hacen parte de la formación”, concluye el docente.

Música clásica: un universo para todos
Este proceso de aprendizaje y sensibilización musical ha logrado cruzar los muros del colegio y los espacios estudiantiles. Tanto directivos como padres de familia se han permeado de todos estos conocimientos y estas experiencias y a viva voz reconocen que la música ha mejorado la formación de sus hijos.

Como dice Myriam Paternina, una de las madres que no se deja vencer por la pereza de madrugar un sábado para llevar al niño al colegio, y que ha acompañado activamente el proceso: “la música le quita los chicos a la calle. Por eso estoy pendiente de traerlo y de apoyarlo. Esto es algo que les sirve mucho en su educación y que les servirá en el futuro. Uno no sabe, qué tal el muchacho se vuelva músico”.

Mostrar otras alternativas, diferentes al reguetón y al hip hop, y acercar a los estudiantes a la cultura y a la historia a través de la música, ha sido uno de los grandes aportes de este centro de interés. Así, estos docentes han logrado que los chicos y sus padres entiendan que Bach, Wagner y Beethoven son para el disfrute de todas y todos por igual y que el arte no discrimina.

El eterno enemigo del aprendizaje del violín es esa visión de que es muy difícil y elitista. Eso último es verdad en dos sentidos, en la academia y en los costos. Pero si resolvemos uno de los dos se vuelve más fácil. Ahora conseguir un violín por 200 mil pesos es más fácil que hace 15 años. Varios chicos han comprado su propio instrumento, lo que es un esfuerzo grande para los papás, pero lo hacen porque se dan cuenta que vale la pena”, dice el profe Julio César, un pianista de la Universidad Nacional y licenciado de la Pedagógica en la enseñanza del violín.

De esta forma, la educación integral de la Bogotá Humana que se hace realidad en proyectos como este, logra que los estudiantes reciban más tiempos y más aprendizajes en los colegios, pero además, promueve el arte y la cultura, mejora la convivencia entre los estudiantes y les da una nueva forma de expresar sus emociones. ¡Y todo eso se logra solo con voluntad y un violín!

Por Nicolás Rodríguez C.
Fotos Julio Barrera

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