domingo, 25 de mayo de 2014

Hablemos sobre ideología

Diego Garzón    -  Politólogo – Especialista en Análisis de Políticas Públicas 



En Colombia el Fiscal habla de Ultraderecha Neonazi, mientras que la izquierda progresista se divide, unos adhieren a neoliberales y otros se resisten. Entonces se hace necesario que…

Según Paulo Freire, para que exista transitividad en la conciencia hacia una conciencia crítica, es necesario que los sujetos tengan cierto conocimiento sobre los asuntos públicos, e indudablemente para lograrlo se debe tener claridad meridiana sobre algunas categorías que se suelen utilizar, pero sobre las cuales no necesariamente se conoce.

El Fiscal General de la Nación habla de Ultraderecha Neonazi que amenaza el proceso de paz por cuenta del escándalo del “Hacker”, mientras que, la izquierda progresista se divide, unos adhieren a neoliberales y otros se resisten. Sin entrar en los detalles de estos dos sucesos y con el objetivo de brindar elementos para facilitar su comprensión, se hace necesario aclarar las definiciones de algunas categorías utilizadas.

Izquierda progresista, neoliberalismo, ultraderecha neonazi, entre otros conceptos, se pueden empezar a desentrañar si los situamos en otras categorías más amplias que los contienen, como por ejemplo la Ideología y los paradigmas políticos.

La ideología es, en términos muy generales, un conjunto de ideas o núcleo principal de ideas. Para Sartre la ideología es el producto de un sujeto con la capacidad de crear y como tal, con la capacidad de crear una forma de interpretar la vida, y que adicionalmente, comparte esa interpretación con un colectivo.

Por otro lado, los paradigmas políticos se refieren a la manera de agrupar las formas en las que, desde la teoría política, se clasifican las ideas políticas, de tal manera que cada paradigma corresponda a una manera ideal y diferenciada de interpretar las relaciones sociales de poder. Es decir que a cada paradigma político le corresponde una manera de interpretar la realidad y por ende una ideología.

Es así que dentro de los paradigmas políticos se encuentran el socialismo, el comunismo, el anarquismo, el liberalismo, el conservadurismo, el fascismo, la socialdemocracia, el neoliberalismo y el progresismo, con sus respectivas variantes.

Desde el punto de vista histórico, en el marco del proceso revolucionario francés, aquellas personas que estaban de acuerdo en la erradicación del antiguo régimen se ubicaban a la izquierda del presidente de la asamblea y los que no, lo hacía a su derecha, de allí la utilización de las palabras izquierda, para identificar las posturas de transformación o revolución y la derecha para las posturas que pretenden conservar el estado de cosas. Posteriormente, también se incorpora al lenguaje el concepto de centro, para identificar posturas eclécticas, o aquellas que por las propias dinámicas políticas, se querían deslindar de los extremos que, no en pocas oportunidades, han legitimado la violencia como parte de su expresión política. En la actualidad latinoamericana, el centro es también utilizado para identificar las acciones políticas por fuera de las estructuras partidistas, o aquel espectro de la ciudadanía que no se siente reconocida con ninguna ideología o paradigma en particular.

De esta manera, en la izquierda se puede ubicar al socialismo, al comunismo y al anarquismo; en la derecha se ubican los paradigmas neoliberal, conservador y fascista. Los casos de los paradigmas liberal y socialdemócrata son particulares, pues dependiendo de los contextos, sus posiciones pueden ser de transformación y en otras de conservación, sin embargo, podría decirse que se ubicarían en la centro-derecha. Por su parte el Progresismo, en principio se ubicaría en la izquierda o centro-izquierda, pero para la ortodoxia de izquierda, no es más que el revisionismo y por ende no podrían ser clasificados así.

El señor Fiscal ha dicho sobre Andrés Sepúlveda que “el hacker es un neofascista” y que su accionar haría parte de la guerra sucia “de la ultraderecha colombiana contra una solución negociada al conflicto". El neofascismo es la expresión actualizada del fascismo de Mussolini o de Hitler, caracterizado por el totalitarismo, el autoritarismo, el unanimismo, la uniformidad, el guerrerismo y el nacionalismo exacerbado.

Con las notas que anteceden se puede inferir que al utilizar los términos ultraderecha y neofascista, el Fiscal quiso decir que Sepúlveda es un fanático de derecha, en este caso un fanático fascista, que estaría presuntamente trabajando al servicio de la campaña de Oscar Iván Zuluaga y cuya labor estaría encaminada a obstaculizar el acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC, que entre otras cosas, se proclaman como proyecto guerrillero de izquierda, sublevado y alzado en armas.

De izquierda también se identifica al progresismo colombiano, quienes por medio de métodos democráticos quieren atraer al centro y conquistar el poder político para reivindicar lo ambiental y transformar las condiciones de injusticia social y desigualdad, son una vertiente postmoderna y posestructuralista, que parten del trabajo común, cooperativo, entre la diversidad de las nuevas ciudadanías, lo que Negri llama la Multitud; para ello se considera de la mayor importancia el papel del Estado, la preponderancia de lo público, no solamente como garante, sino como proveedor de bienes y servicios que generen equidad social y por ende encarnan la lucha contra la corrupción.

Hace pocos días nos encontramos con el sorpresivo anuncio del acercamiento político entre el Santismo y parte del Progresismo, concretamente con el Petrismo, acercamiento que ha generado múltiples reacciones, desde las más estructuradas hasta las más espontaneas como la de los asistentes al concurrido concierto de Calle 13, quienes respondieron a la salida al balcón del Alcalde a una sola voz “Petro si, Santos no”.

A juzgar por las ejecutorías de la administración Santos, es claramente un gobierno neoliberal. Las fuentes teóricas del neoliberalismo se encuentran en algunos aspectos económicos y políticos de los teóricos neoclásicos y liberales, entre los que se destacan el no intervencionismo de Estado “dejar hacer, dejar pasar”; el individualismo metodológico, como lo denominó Max Weber; y el énfasis de las ventajas comparativas en la producción nacional en el marco del ajedrez internacional, lo que en la práctica significa que: cada individuo debe desarrollar sus competencias y lograr su beneficio particular lo que en suma traería el bienestar colectivo; el Estado debe reducir su tamaño y limitarse a la regulación para no distorsionar el mercado; el aparato productivo debe enfocarse en su vocación renunciando a escenarios de desarrollo, en nuestro caso al sector primario, es decir, insumos, materias primas, exportación agropecuaria, explotación minera y petrolera sin transformación y mano de obra no calificada al servicio de las multinacionales.

Estas directrices entre otras, se conocen como el consenso de Washington, que el Gobierno de Santos ha concretado en: los diversos tratados de libre comercio; el enfoque privatizador como la venta de acciones de Ecopetrol y el intento de la venta de Isagén; en lo social la inclinación al subsidio a la demanda en sustitución del subsidio a la oferta, que se evidencia, por ejemplo, en la educación superior en donde mientras se reducen o congelan los recursos para la universidades públicas, se aumenta los recurso de créditos en Icetex; en la locomotora minero-energética en detrimento ambiental; y en el manejo clientelista de los recursos públicos conocido como el fenómeno de la “Mermelada”.

Como vemos, no existe similitud ideológica entre el petrismo y el santismo y sería recomendable entonces recordar la primera Carta a las Izquierdas de Boeaventura de Sousa Santos quien sostiene que “el capitalismo es amoral y no entiende el concepto de dignidad humana; su defensa es una lucha contra el capitalismo y nunca con el capitalismo” sin embargo, Petrista y Santistas han decidido suscribir este acuerdo amparados en la defensa de la paz, pues identifican que “la contradicción principal” está entre la salida negociada al conflicto y la perpetuación de la guerra representada en Oscar Iván Zuluaga y su escudo Uribista.

Loable intención si no fuera porque el silencio de los fusiles será una paz vacía, a no ser que se nutra de profundas transformaciones que permitan superar las desigualdades: un sistema de salud digno sin intermediación; gratuidad y calidad en todos los niveles de la educación; salarios y condiciones laborales dignas; redistribución de la riqueza y de la tierra, particularmente que vuelva a los campesinos; reparación integral y real a las víctimas del conflicto; tributación directa y progresiva, un sistema político y electoral incluyente y transparente, entre otros aspectos, que de no abordarse, cualquier acuerdo será un eterno grito a la bandera. Tomado de Caja de Herramientas Edición N° 00400 – Semana del 23 al 29 de Mayo – 2014

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