sábado, 23 de febrero de 2013

Álvaro Uribe: epicentro de la pornopolítica y la guerra

Hernando Llano Ángel - Tomado de Caja de herramientas
Abogado http://calicantopinion.blogspot.com



Pornografía mata erotismo

Suele decirse que la pornografía es la muerte del erotismo, en tanto niega la belleza que se insinúa y eclipsa la imaginación del deseo. Sin duda, la pornografía exhibe la vacuidad de un cuerpo desnudo que sacia el deseo y frustra el goce de su descubrimiento. Seguramente por ello la pornografía es mucho más que la degradación del erotismo –que precisa la intimidad consubstancial de los afectos— y termina siendo una expresión vulgar de la comercialización pública del deseo, de su prostitución mercantil en las revistas, la televisión, los anuncios publicitarios, el cine, y toda la parafernalia mediática de la llamada sociedad del espectáculo. A tal punto que hoy es casi imposible vender o promover un nuevo producto, sin que se exhiba junto a él un espectacular cuerpo semidesnudo con sus inverosímiles senos al aire o un perfecto y atlético abdomen, propio de un Cristiano Ronaldo. Mucho menos es previsible el éxito de una cantante sin excitar su cuerpo en el escenario o seducir al público con algo más que su melodiosa voz. Bien lo saben la estrambótica Lady Gaga y nuestra sensual Shakira.

Pornopolítica y guerra

Pero, si bien ya estamos casi acostumbrados a tal estandarización comercial de la belleza y del deseo por la publicidad y la pornografía, todavía tenemos ciertos reflejos morales que nos lleva a repudiar un uso semejante del cuerpo en otras actividades públicas, como la política. Así como la pornografía termina por matar el erotismo y el amor, acontece lo mismo con el uso frecuente de la violencia y la guerra en la política, pues termina por degradar moral y existencialmente a sus propagandistas y protagonistas. Esto sucede cuando los unos y los otros exhiben como trofeo de su victoria los cuerpos masacrados de sus enemigos. Pero, también cuando divulgan, como lo hizo Álvaro Uribe Vélez a través de su cuenta de Twitter, los cuerpos ensangrentados de dos policías masacrados en una emboscada perpetrada por las FARC, con la clara finalidad política de prolongar esta guerra en una espiral de odios y venganzas interminable. Porque ni la sangre de estos policías, ni la de los guerrilleros y mucho menos la de “los soldados de la Patria”, se va a redimir o enaltecer con más sangre derramada. Todo lo contrario. Más sangre derramada profundizará el cauce de odios y venganzas que cada día nos arrastra, polariza y divide en bandos hasta ahora irreconciliables.

El puro centro de la pornopolítica y la guerra

Es por lo anterior que Uribe cada día se sitúa más en el puro centro de la pornopolítica y la guerra, en el epicentro de la confrontación, disparando sus mensajes como un francotirador contra la paz y la reconciliación. Azuzando como un vengador implacable e intocable los odios y revanchas entre los pobres para que estos se maten y rematen, unos portando uniformes de policías y soldados, y otros con camuflados de guerrilleros, todo en aras de la estabilidad inversionista y la “seguridad democrática”.

Odios y revanchas que a su vez exacerban las FARC y el ELN con sus secuestros y emboscadas, tan rehenes de la lógica belicista y militarista como Uribe, cuando se ufanan en sus partes de guerra de “las bajas causadas al enemigo” y de su capacidad para paralizar o traumatizar la vida civil, con los frecuentes paros armado que realizan y sus incursiones armadas contra la población civil en los resguardos indígenas del Cauca, que generan zozobra y la muerte de jóvenes líderes en circunstancias confusas (http://www.nasaacin.org/nuestra-palabra-kueta-susuza/5290-zozobra-y-dolor-en-jambalo-cauca).

Tal es el escenario y el espectáculo de la pornopolítica y la guerra. Un espectáculo que excita y vende tanto como la pornografía, pues tiene muchos espectadores adictos a la violencia y la degradación del deseo. Pero algo mucho peor acontece en la guerra, pues quienes la hacen no se desgastan en el forcejo brutal y vulgar de poseerse públicamente –como en la pornografía- sino que se despedazan y aniquilan en nombre de ideales y privilegios de quienes promueven su muerte y después difunden sus cuerpos destrozados.

Por eso la pornopolítica, en tanto exaltación de la violencia con su estela de sangre y muerte, como táctica de lucha política y recurso de propaganda bélica, deja al desnudo la degradación moral de quienes la utilizan y difunden, poco importa que lo hagan desde la derecha, el puro centro y la extrema izquierda del espectro mortal de la guerra o, incluso, desde el supuestamente civilizado foro de la política y la institucionalidad, como suele hacerlo con virulencia el ministro de defensa (¿guerra?), Juan Carlos Pinzón, cuando comunica los partes victoriosos de guerra. Olvida el ministro que todas las guerras civiles y los crímenes de lesa humanidad se promueven con el aprendizaje del odio y la venganza entre sus nacionales. Todos los partidarios de la pornopolítica y la guerra deberían reflexionar sobre esta sabia advertencia del Dhamapada XV, 5 (201): “El que vence engendra odio, el que es vencido sufre; con serenidad y alegría se vive si se superan victoria y derrota”.

No hay comentarios: